sábado, 27 de marzo de 2010

Idioteces ecologistas


En primer lugar, una cosa: para el liberalismo, la ecología y el cuidado del medio ambiente no es ninguna idiotez. La idiotez es ese cúmulo de formas mediante las cuales dicen los ecologistas (fundamentalmente, los ecologistas sandía: verdes por fuera, rojos por dentro) pretender defenderlo y cuidarlo. Eso los ecologistas sandía que llevan un nivel de vida similar al de cualquier hijo de vecino. Los más adinerados, como Al Gore, además de esto, organizan cumbres de degustación de foie y esculpido de caviar como la de Copenhage, en las que se dedican a expedir toneladas y toneladas de CO2, el gas demonizado por ellos, a nuestra atmósfera.

Sin embargo, muchos tienen la idea de que los ecologistas son una especie de reserva moral de nuestros tiempos, ejemplos de lo que es el altruismo siendo su único interés la "Madre Tierra" (la Pachamama, para Evo Morales), hasta el punto de que sus postulados condicionan aspectos cotidianos de nuestra propia vida, así como la actuación de las empresas y los organismos públicos. No nos engañemos, el anticapitalismo, la idea de que el desarrollo económico que se produce mediante la aplicación del capitalismo es inmoral y no es equitativa, al enriquecer a unos pocos empobreciendo a otros (la famosa suma cero), está muy interiorizada y es bien recibido en parte importante de la opinión pública. El ecologismo (movimiento que ya Hayek relacionó con el socialismo) utiliza la excusa de la naturaleza, los verdes bosques y prados, los ríos de aguas claras y el aire limpio, para imponernos una agenda totalitaria, antimercado y confiscatoria de nuestras rentas. Supuestamente, se respalda en la ciencia, lo que le da una pátina de respetabilidad. Después, en la práctica, esa supuesta "ciencia" no son más que tópicos progresistas, pero, para tapar eso, toneladas y toneladas de propaganda y desinformación. Algo calcado al socialismo.

Sólo así se entiende que alguien, aunque no sean demasiados, preste atención a tonterías como la convocatoria de la organización WWF al mundo entero para apagar la luz durante una hora, de las 20:30 a las 21:30 horas de hoy para llamar la atención sobre el cambio climático. Convocatoria que efectúan año a año, afortunadamente, con escaso seguimiento y repercusión. Digo afortunadamente Sólo así se entiende que alguien, aunque no sean demasiados, preste atención a tonterías como la convocatoria de una serie de organizaciones neoecologistas al mundo entero para apagar la luz durante una hora, de 20:30h a 21:30h de hoy para llamar la atención sobre el cambio climático. Convocatoria que efectúan año a año, afortunadamente, con escaso seguimiento y repercusión. Digo afortunadamente y esperemos que siga la racha puesto que, como advierte la propia Red Eléctrica Española,
un hipotético éxito de la convocatoria del gran apagón a nivel mundial, secundada por multitud de asociaciones ambientalistas en España y apoyada por gobierno progre que padecemos e incluso alguna eléctrica como Unión Fenosa, podría tener graves consecuencias, como una gran interrupción del suministro eléctrico en España, debido a la brutal y repentina caída en la demanda. Además, para cuando volviera la demanda, con un repentino y espectacular aumento del consumo de electricidad, sería necesario utilizar medidas hidráulicas, al ser la forma más rápida de producir energía, con la consiguiente pérdida de agua, para evitar incidencias en el servicio. No sólo eso, además, el dispositivo que obligará al operador del sistema eléctrico a mantener las máquinas en funcionamiento provocará un aumento del consumo y, por lo tanto, un efecto contrario al buscado por los convocantes de esta idiotez. Pero eso parecen desconocerlo estos "genios" neoecologistas.

Los mismos que convocan estos apagones disparatados y nocivos para el medio ambiente son los que exigen al Gobierno de Zapatero que implante en España una economía planificada similar a la de cualquier régimen socialista, bajo el pintoresco nombre de
"Ley de Economía Realmente Sostenible". Que a Zapatero el cuerpo le pide esto, de eso no cabe la menor duda, cuestión distinta es el realismo y el consejo de alguno de sus innumerables asesores, quien, a buen seguro, le habrá advertido de que, en caso de aplicarse las medidas propuestas por esta gente, seguramente el número de parados en España no sería de 4,5 sino de 8 millones. Medidas plasmadas en un documento lleno de palabras evocadoras de la economía socialista como "planificación" (aparece seis veces), "implantar" o "planes" (otras 12), "obligatoriedad" (se emplea en dos ocasiones) o "fiscalidad" (otras seis veces). Su lenguaje es toda una declaración de intenciones: "respeto a los límites de los ecosistemas y alejar a nuestra sociedad de la obsesión por el crecimiento"; el nuevo modelo productivo español debería rechazar el "crecimiento económico como un objetivo en sí mismo"; centrar su modelo energético en la "eficiencia y en las fuentes renovables"; que "minimice la generación de residuos"; que "respete el principio de precaución"; y, "en definitiva, que garantice el respeto al medio ambiente y la equidad social". El totalitarismo de estos individuos se observa, sobre todo, en lo fiscal, proponiendo "instaurar el concepto de quien contamina paga en todos los ámbitos de la economía, integrando un sistema de fiscalidad verde que dirija los flujos de capital desde las actividades contaminantes a las menos o no contaminantes […] Todo ello con criterios impositivos progresivos y preferentemente directos", incrementando "los impuestos sobre los hidrocarburos y especialmente sobre las ventas minoristas y los medios de transporte más contaminantes", eliminando el tipo reducido para "productos claramente perjudiciales para el medio ambiente" y aplicar deducciones fiscales para fomentar la "ejecución de obras de mejora energética en el sector residencial, impulsar el uso de energías renovables, el transporte público, así como potenciar las actividades de I+D+i que promuevan el ahorro de agua, energético y una movilidad sostenible". Como vemos, para los neoecologistas, la economía del país debería estar intervenida hasta el tuétano, poniendo trabas gubernamentales y asfixiando aquellos sectores que no se amolden a sus dogmas roji-verdes, aunque arruinen y vayan al paro los trabajadores pertenecientes a los mismos. Por el contrario, los que cumplan con lo prescrito en dichos dogmas, deben ser mimados y subsidiados, a pesar de lo ruinosos que puedan ser y de la necesidad de inyectarles dinero público.

Aunque no es el único, el de Zapatero es el gobierno paradigmático e idóneo como para que los neoecologistas vean la esperanza de que su totalitaria doctrina se infiltre en la política diaria y la legislación de un país. Algunos pueden esperar llegar a tener tanta influencia como
Jeremy Rifkin, asesor del gobierno progre que padecemos, y de otros del mundo, quien sostiene que, si no nos pasamos a las energías verdes, estamos condenados a la extinción a finales de este siglo. En una entrevista concedida al diario "El Mundo", este agorero dice que "el objetivo es salvar nuestra especie y no sé si la ganaremos, pero si la perdemos, los humanos estamos condenados a la extinción al final de este siglo" asegura. Esta teoría se asienta en el consumo desorbitado de la energía básica de la Tierra, la fotosíntesis: "Estamos devorando la Tierra como monstruos" dado que "representamos el 0,5% de la biomasa pero usamos el 20% de la energía". O sea que somos unos parásitos, un gorgojo que chupa la sangre de la Madre Tierra. Muy en la línea del, premiado hace meses por la Generalitat catalana, Paul Ehrlich. Sí que es cierto que hay que reconocerle bastante honestidad, pues, al afirmar que somos el 0,5% de la biomasa pero consumimos el 20% de la energía, dice lo que otros neoecologistas no se atreven a decir claramente: que, según su sectaria doctrina, el ser humano es un bicho más de los que habitan la biosfera, ni más ni menos. Su dignidad no es superior ni su vida tiene un valor por encima de la de una almeja, un escarabajo un lagarto o un mono.
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