Los poderes de los gobernantes de una democracia han de estar limitados. La democracia no se puede basar solamente en el gobierno de la mayoría, pues una mayoría podría gobernar de un modo tiránico.
A veces choca la democracia con la libertad. Por ejemplo, si Luisa y Pedro deciden que Marta debe dedicar la mitad de su trabajo para ellos, la situación será perfectamente democrática, pero no tiene lugar en una sociedad libre.
La ventaja de la democracia es que facilita la alternancia en el poder sin necesidad de revoluciones bananeras o cuartelazos en forma de golpes de estado. Es decir, podríamos explicarlo de esta forma: Existe una regla básica en toda democracia, es decir, Yo, perdedor de las elecciones, acepto que tú gobiernes, resignándome a hacer una oposición pacífica, siempre que tú respetes las reglas del juego que garanticen la limpieza electoral y las libertades y derechos que a mí me permitirán gobernar alguna vez. Es obvio que si una de las partes no respeta la regla básica expuesta es que quiere gobernar de una forma totalitaria, quedando la otra parte liberada, a su vez, de respetarla –en otro caso quedaría en desventaja y forzada a acatar la arbitrariedad–, por lo que se iniciaría una fase de convivencia violenta.
Nunca la democracia puede funcionar si sus principales partidos políticos no aceptan las reglas básicas democráticas, normalmente incluidas en las constituciones.
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