sábado, 25 de junio de 2011

El perverso neomarxismo gramsciniano


Las nuevas artimañas de los liberticidas están encaminadas a ganarse el imaginario social. Están orientadas a la transformación de la conciencia política y cultural, sustituyendo la visión del mundo tradicional por un neomarxismo pseudodemócrata y relativista como paso previo e imprescindible para la creación del nuevo orden socialista del siglo XXI.


Ya lo dijo el demagogo Antonio Gramsci: “Es necesario primero transformar radicalmente el alma humana para que el poder caiga en manos de la izquierda, como fruta madura”.

Los socialistas han comprendido que su añorada revolución de trincheras no podía funcionar en el siglo XXI, entre otras cosas, porque la calidad de vida en el mundo ha mejorado. Existe menos miseria que en el pasado gracias a que la libertad y el mercado libre se abren camino rápidamente debido a la globalización; sin perjuicio de que la ciudadanía, con un simple “clik” de ratón, tiene a su alcance toda la información. Ahora, a diferencia de tiempos pasados, es más difícil de engañar al populacho.

Es complicado empujar a las masas a la “lucha final” por una perversa causa revolucionaria cuando la mayoría de los ciudadanos viven bien y no puedes utilizar la ignorancia y la miseria para manipularles. También es una ardua labor recurrir a la demagogia cuando la gente dispone de pluralismo de opinión no controlada por el poder, como la que te facilita internet.

Para combatir esto, los liberticidas tienden a infiltrarse en el sistema, corromperlo desde dentro y dar un vuelco social sin que nadie lo perciba, salvo tipos asilvestrados como yo y los que siguen ésta bitácora, que vamos por delante de ellos.

Esa maldita tarea subversiva y corrupta la protagonizan fundamentalmente los "intelectuales orgánicos" del nuevo socialismo. Me refiero a esos subvencionados titiriteros vociferantes de la pseudocultura de la “pasta” y a esos mercenarios lameculos de los medios de comunicación que pisotean sin piedad el honorable oficio de periodista. Oficio que consiste básicamente en la búsqueda de conocimiento y la transmisión veraz de la información. Algo fundamental para que los ciudadanos que viven en las verdaderas democracias puedan orientarse.

En el aspecto económico el hediondo y obsoleto keynesianismo ha cumplido a la perfección la tarea liberticida.

Los neomarxistas tienen la imperante necesidad de subvertir el sistema de valores tradicionales basados en el respeto, el esfuerzo y la excelencia; como elemento previo e imprescindible para el éxito de su ideal socialista. Ellos pretenden erosionar las bases de nuestro sistema de vida y hacer posible su sueño totalitario en el que la familia, el derecho a nacer y vivir la senectud, la propiedad privada y la moralidad acaben siendo vestigios del pasado. Ellos necesitan ganar para su pérfida causa al sector intelectual, al religioso, al cultural, al educativo, o sea, a los sectores con más dinamismo de ideas; todo con el propósito de asegurarse que, en varias generaciones, se transforme de forma radical el esquema social dominante que tanto progreso y desarrollo ha traído a los países más prósperos y libres.

Ellos se empeñan en infundir en los jóvenes el odio al tradicional sistema de valores, la moda de la contracultura, el pacifismo rosa, el ecologismo engañabobos, el estúpido antiamericanismo, la imposible alianza de civilizaciones, el falso buenismo y demás gilipolleces encuadradas en lo políticamente correcto.

Actualmente los nuevos liberticidas coinciden plenamente con los propósitos del marxismo del siglo pasado, que se basan en la creación de una nueva sociedad moldeada según los criterios de la ingeniería social. Lo único en lo que difieren de los viejos socialistas es en la forma de conseguir tales objetivos, sin ser ya necesario recurrir al AK-47, ¡por ahora!.

Los liberticidas tienen una necesidad imperiosa de conquistar la hegemonía cultural antes de intentar acabar completamente con la Libertad del individuo; de contaminar las fuentes de formación e información de los ciudadanos; de revolucionar sus costumbres; de ostentar el dominio ideológico en la escuela, universidades y medios de comunicación; de sentar las bases para el acceso al poder mediante la demolición de las creencias, de las referencias éticas y los códigos morales.

Los liberticidas del siglo XXI únicamente pretenden hacer realidad la doctrina de Gramsci y Lukács, esos marxistas que idearon el “terrorismo cultural”, es decir, la necesidad de llevar la lucha de clases al campo de la cultura de masas.

Sin embargo, aparte de un puñado de anarcoliberales asilvestrados como yo, siempre han tenido un significativo rival milenario y consolidado, que no es perfecto, pero que muchas de sus buenas obras garantizan su continuidad futura. Ese rival es la Iglesia católica. Por eso, siempre han combatido a muerte las creencias religiosas cristianas incluso llevándose por delante a inocentes monjitas; por eso deben infiltrarse también en la propia Iglesia.

Existe un precedente. Es lo que sucedió con la denominada "Teología de la Liberación" en la que prevalecía la defensa del socialismo. Esta teoría fue promulgada por los jesuitas, sobre todo en Latinoamérica, empujando a los católicos a abrazar el marxismo-leninismo. El invento consistía en una particular doctrina que reuniera a los grupos de base y a los movimientos clericales contestatarios con la idea de crear una nueva Iglesia que defendiera a los más humildes, a la vez que destruyera a la vieja jerarquía entregada a ese denostado capitalismo que tanto odian los liberticidas, sobre todo por haber sido la economía de mercado capaz de sacar de la miseria a millones de seres humanos sin necesidad de socialismo. Y en eso están.

Pero también parte de la iglesia tiene mucha culpa de que los liberticidas cumplan su objetivo. Sobre todo esa iglesia casposa que echa a patadas de sus “ondas” a comunicadores honestos y de principios sólo por querer más Libertad para la ciudadanía y menos Estado intervensionista, siempre en manos de los parásitos de la política.

Por esto, estimados seguidores de esta humilde bitácora, os vuelvo a recordar que actualmente la batalla para defender vuestras libertades se libra en el terreno de la opinión pública.

Ganar la opinión pública exige, por una parte, una crítica incisiva y veraz del poder totalitario enmascarado en la democracia, y por otra, una alternativa capaz de atraer a la mayoría de la ciudadanía, hacerla recapacitar y motivarla para que reflexionen; liberándose del sueño anestésico perverso al que ha sido sometida por esa caterva de políticos populistas liberticidas gramscinianos.

sábado, 11 de junio de 2011

Dictaduras y dictablandas



Cuando hablan los liberticidas de dictaduras siempre traen a colación la dictadura de Franco. Hoy os voy a ilustrar con una anécdota bastante clarificadora para que aprendáis lo que es una verdadera dictadura.


En una ocasión el señor Alexander Solzhenitsyn , premio nobel y testigo personal del mayor totalitarismo del siglo XX, visitó la España de Franco después de haber tenido la suerte de ser desterrado de aquel infierno soviético que representaba la URSS.

En un programa de la televisión franquista hizo unas declaraciones:

"Los comunistas y socialistas españoles llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace días que yo viajo por este país y he quedado asombrado. ¿Acaso sabe esa gente lo que es una dictadura?


He aquí algunos ejemplos de lo que he visto:


Los españoles son absolutamente libres para residir o trasladarse a cualquier parte de España. Los soviéticos no pueden hacerlo. Están amarrados a su lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tienen derecho a marcharse de tal o cual población. También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente al extranjero. En nuestro país estamos como encarcelados.


Paseando por Madrid y otras ciudades he podido ver que se venden en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros se verían inmediatamente decenas y decenas de manos tendidas luchando por procurárselos.


También he observado que en España uno puede utilizar libremente máquinas fotocopiadoras. Todo individuo puede fotocopiar cualquier documento depositando una moneda en el aparato. Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así. Cualquiera que emplee máquinas fotocopiadoras es acusado de actividades contrarrevolucionarias.


En su país se toleran las huelgas. En el nuestro, en los sesenta años de existencia del socialismo jamás se autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos huelguísticos de los primeros años de poder soviético fueron acribillados por ráfagas de ametralladora pese a que sólo reclamaban mejores condiciones de trabajo. Si nosotros gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí nos quedaríamos boquiabiertos.


Hace poco han tenido ustedes una amnistía. La califican de "limitada". Se ha rebajado la mitad de la pena a los combatientes políticos. ¡Ojalá a nosotros nos hubiesen concedido una sola amnistía limitada como la suya! La mayoría entra en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos tenido la suerte de salir para contarlo”.

Los socialistas españoles del momento, tanto los radicales como los moderados, reaccionaron con auténtico cabreo contra Solzhenitsyn. La prensa comunista o comunistoide acusó a la televisión de crear un "escándalo" y de renovar la guerra civil por medio de una "operación de propaganda" fanática y apasionada como la de Solzhenitsyn.

A esos liberticidas les dolía que alguien salido de ese pseudoparaíso socialista manifestara con absoluta claridad la realidad que se ocultaba al otro lado del muro de la vergüenza que tanto defendían y que tomaban como ejemplo de sociedad perfecta. Esos tipejos respetaban tanto al sistema totalitario soviético, por no decir que simpatizaban con él, que no podían permitir semejante ultraje de un reaccionario como era, para ellos, el premio Nobel ruso

Uno de esos liberticidas, Juan Benet, que llegaría a ser el intelectual prototipo del diario sectario y pseudoprogresista español “El País”; escribió, en una explosión de sinceridad despótica, lo siguiente:

"Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexander Solzhenitsyn, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexander Solzhenitsyn no puedan salir de ellos."

He aquí otras declaraciones encontradas en la prensa de aquellos tiempos que quedarán para la posteridad:

“una vergüenza” “¿Quién habrá pagado el spot de don Alexander?” “paranoico clínicamente puro”, “Es un Nobel por nada (…) Miente a cada instante”, “Habrían debido hacer de manera que Solzhenitsyn contase todo esto al estilo de music-hall, rodeado de lindas muchachas del ballet Set 69. Este caballero tiene pasta de showman”; “La barba de Solzhenitsyn parece la de un cómico de pueblo (…) El escritor ruso hace reír al gallinero”; “Multimillonario a costa de los sufrimientos de sus compatriotas”; “Solzhenitsyn está contra toda Europa (…) Pájaro de mal agüero”; “enclenque”, “chorizo”, “mendigo desvergonzado”, “bandido” “hipócrita”, “siervo”…

Con este ejemplo nos hacemos cargo del verdadero espíritu cruel y la simpatía con el régimen del GULAG, no sólo de los liberticidas españoles, que se retrataron como son, sino del resto de los liberticidas del mundo que se sumaron a la orgía del vituperio contra el nobel.

Lo que quiso demostrar Solzhenitsyn es que la tiranía del régimen comunista era mucho más represiva, inhumana y totalitaria que la dictadura franquista. Esto no lo podían soportar aquellos pijo-progres que defendían el socialismo en aquella época, algunos vestidos de rojo y otros de azul mahón. Tampoco los tontos útiles moderados que se hacían llamar antifranquistas afirmando estupideces como que la de Franco había sido la peor de todas las dictaduras de la Historia.

Lo que hizo Solzhenitsyn con todos estos mártires de plastilina es quitarles el chupete progre revolucionario con el que disimulaban su ineptitud y cobardía para derribar la dictadura de Franco.

Chupete que les hacía exagerar la violencia represiva del régimen; convirtiendo así su miedo en heroicidad cuando hablaban mal del caudillo mientras tomaban un café con churros en un bar a plena luz. Porque comer se comía con la dictablanda de Franco, algo que nunca han querido reconocer los liberticidas, a diferencia de las hambrunas y la escasez de sus dictaduras al estilo soviético o de matiz bananero.

Aquella oposición no constituía para nada una alternativa al franquismo ¿Qué habría sido de España si esos tipos hubieran dirigido la transición a la democracia mediante su proceso de “ruptura” como ahora pretenden hacer de nuevo?

viernes, 10 de junio de 2011

La eficiencia y la libertad

Hay un cantante pequeño y regordete, que se llama Udo Dirkschneider, nosotros lo solemos llamar "La Pelotita del Metal". Es rubio y canta con un falsete peculiar. Rasgado. Es alemán. Fiable. Ingenieria de calidad al servicio del jevimetal. Tiene entre sus virtudes casuales compartir el cumpleaños con el que suscribe. Cantaba en la grandiosa Accept, aquello del "Burning" o "I'm a Rebel". Hoy andando por la calle tarareaba sus fantasticas Bolas contra el Muro. Con dos (pelotas).

UDO en 2.004 según la Wikipedia
Todo esto viene a cuento de los pepinos. Solemos pensar, ese es el esterotipo, que los alemanes son fiables, seguros, eficientes. La voz de Udo lo ha sido las dos veces que lo he visto. Los centroeuropeos o los nórdicos, cabezacuadradas ellos, son el paradigma sureño de la cosas que son como deben de ser. Eficaces. Más aún, eficientes. (Los de la LOGSE no se si entienden la diferencia) Y como la han metido, la están metiendo, con el pepino, hasta las mismas ingles, hasta la punta del pepino.

¿Alguien ve por donde voy? Pues eso, a decir que uno de los estados tenidos por más eficiente, es capaz de meter el remo hasta las circustancias que lo mete. Que encima tenemos que pagar la fiesta todos, porque la UE, somos todos, como hacienda. No hay un estado, en todo el mundo, en toda la historia, que no meta gambazos, de mucho calibre. La Historia está ahí. Y seguimos empeñados, bueno algunos, en pedir justificar sus errores, en hacernos pagar sus cuentas, sin que paguen los culpables. En Islandia los han sentado en el banquillo. Aire fresco.

Los gobiernos la pifian. Los ciudadanos lo pagan. ¿No hay algo erróneo ahi? Pagar entre todos los europeos de a pie, las cagadas del ministerio alemán... Discrepo. El sistema así lo permite. El sistema está mal. Ergo cambiemos el sistema.

Desmontemos el hiperestado. No funciona. En Suecia ya han botado liberal. Los hijos de la Gran Bretaña, aunque no soy yo muy de Clegg, han dado cierta relevancia al partido así llamado. En Islandia ya hemos dicho. Es la hora de los recortes, las malas caras, los no hay nada de lo tuyo, no hay dinero para eso. Pero pasará.

Estos gobiernos han provocado la burbuja, bajando artificialmente el precio del dinero. Los bancos, irresponsablemente, han sacado su tajada. Capitalismo no es dictadura de los bancos y las multinacionales. Que nadie se confunda. Esos son parte del problema. Forman parte activa del conclave de poderosos que deciden el destino del resto.

El problema es de fondo. No de piezas. No puede haber buenos gobernantes con un mal sistema. No puede haber ciudadanos libres bajo un sistema que fagocita la libertad a base de impuestos y leyes injustas. Que socializa pérdidas y retiene ganancias.

"Mira a los malditos, Dios los bendiga, van a romper las cadenas, no puedes pararlos, Dios los bendiga, vienen para cogerte y reventarte las pelotas contra la pared" FiuFiuFiuFiuFiu... Silba conmigo.

miércoles, 1 de junio de 2011

Opiniones y Decisiones

              Voy a contar una historia simple, ficticia, aunque bien mirado podría ser el “día a día” de cualquier persona. La historia empieza así:

              Eran las seis de la manaña de un lunes. El despertador comenzó a sonar y el señor X se levantó malumorado de la cama… como todos los lunes. Después de un rápido aseo y un aún más rápido desayuno se monta en el coche para ir a trabajar, saliendo muy temprano para así evitar el típico atasco mañanero, si bien nunca es lo suficientemente temprano, y lo menos necesita tres cuartos de hora en llegar a la oficina.

              Durante el trayecto, como todas las mañanas, logra alcanzar la iluminación persona a través de los gritos e insultos que profiere en el coche. Una especie de mantra personal en el que menciona a todos los familiares, vivos y muertos, del resto de los conductores. Un desahogo muy necesario a esas horas, pues cuando por fin aparca el coche, su alma ya está purificada y lista para afrontar el trabajo con mejor pie, además de servirle como sustituto fuerte a la cafeína pues gracias a ese mantra los últimos retazos del reino de Oneiros desaparecen de su mente.

              Al salir del coche, como todas las mañanas, se encuentra con una compañera de trabajo, la cual, al igual que él, también sale temprano para evitar atascos. A veces llega ella antes, a veces llega él,  pero ya se ha convertido en costumbre para ambos que el que primero llegue espere al otro antes de entrar a trabajar. Como es lunes, aún se toman su tiempo para charlar de lo que cada uno ha hecho el fin de semana y se fuman un cigarro tranquilamente a la puerta. Al terminarlo siguen charlando animados mientras entran en el edificio. Las puertas se abren y él la deja pasar primero mientras busca su identificación para enseñar al guarda. Se despiden (trabajan en alas diferentes) y quedan para la mañana del día siguiente.

              La mañana transcurre tranquila, pues aunque hay trabajo (siempre hay trabajo), los proyectos nuevos aún se encuentran en fase de discusión, de forma que nuestro protagonista puede permitirse el lujo de tomarse las cosas con calma, pues sabe que cuando le entreguen el nuevo proyecto, no tendrá ni un segundo libre hasta terminarlo. Así que aprovecha para adelantar trabajo, para hacer un poco de vida social en la oficina (algo que sólo puede permitirse en casos así) y disfrutar de un lunes tranquilo.

              Al mediodía sale a comer con el resto de los compañeros, pero esta vez, al ser más tranquilo el día, deciden no comer en el comedor de la empresa, sino acercarse a uno de los restaurantes de comida rápida que hay cerca. Unas porciones de pizza y unos refrescos. Puede que no sea una comida sana ni nutritiva, pero de vez en cuando apetece darse un capricho y, aunque la comida de la empresa no es mala, sí que se vuelve un poco repetitiva con el tiempo.

              Durante la comida se habla del partido del domingo (de cómo el árbitro les robó el segundo gol), de los problemas del mundo y de cómo lo arreglarían ellos en dos días, de lo guapa que estaba hoy la secretaria del jefe, de lo mal que le queda el peinado nuevo a la encargada de planta, y de lo mucho que falta aún para que puedan tomarse las vacaciones. Todas ellas conversaciones intranscendentes (salvo la del futbol, que encendió pasiones) cuyo único objetivo es liberar tensión y alegrar el ambiente.

              A la tarde otras tres horas de trabajo tranquilo hasta que se anuncia que los proyectos están listos y se repartirán mañana (hoy ya no da tiempo a empezarlos), por lo que el señor X decide que, en vista que los próximos días estará muy ocupado, hoy es un buen día para quedar con la novia y tener una cita tranquila… pues cuando se dan proyectos se sabe cuando se empiezan, pero nunca cuando se terminan.

              Recoge a la novia en su trabajo y se la lleva a cenar al restaurante preferido de ambos. Aún cuando las recomendaciones del chef tienen buena pinta, hoy prefieren disfrutar de un plato ya conocido y se deciden por un arroz con sepia para compartir entre ambos. La cena transcurre tranquila y alegre. Y deciden terminar la velada en casa, disfrutando de que aún llevan poco tiempo de noviazgo y por lo tanto aún hay pasión entre ellos, como demuestran efusivamente en el largo paseo que va desde el restaurante hasta la casa. Luego se duermen abrazados y el día termina.

              …

              Así termina una historia sencilla. Un día en la vida de una persona cualquiera. Nada raro… o al menos eso parece. Volved a leerla. ¿Habéis encontrado algo raro? Releedla una vez más ¿Seguís sin ver nada extraño?

              ¿A qué viene esto? Esto viene a que el viernes pasado se aprobó el anteproyecto de la ley de Igualdad de Trato y no Discriminación, la cual a partir de ahora se llamará “Ley Pajín”, en honor de la diseñadora. Según esta ley nos está prohibido pensar y actuar. Y punto. No hay más que decir. Y para demostrarlo he escrito esa breve historia que, en un principio, no tiene nada de “paranormal”. Pero según la “Ley Pajín” podemos analizarla como un compendio de las cosas que no se pueden hacer ni decir ni opinar ni tan siquiera pensar. Vamos a enumerarlas una a una:

1.   El señor X grita malhumorado en el coche, profiriendo insultos de toda índole al resto de los conductores. Ya podemos ver aquí un delito grave.
2.   El señor X deja pasar a su compañera de trabajo en la puerta. Otro delito grave.
3.   No come en el comedor de la empresa con el resto de los trabajadores. Otro delito grave.
4.   Durante la conversación se habló de futbol. Otro delito grave
5.   Durante la conversación se habló de mujeres. Otro delito grave
6.   Se elige una cena diferente a las recomendaciones del chef. Otro delito grave.
7.   Manifestaciones de afecto públicas. Otro delito grave.

              ¿Cómo es posible que en un día normal para cualquier persona se cometan tantas infracciones? ¿Cómo es posible que en lo que en un principio parecía un día inocente se hayan podido romper tantas leyes? Bueno… en realidad sólo se ha roto una ley, pero tan extensa y amplia que vale por varias. La Ley Pajín. Una ley que permite este tipo de tonterías. Donde cualquier persona ve un día normal, esa ley ve una infracción tras otra (es decir, mucho dinero para las arcas estatales, pues las multas no son pequeñas, precisamente… si por ir con un exceso de velocidad de 300 Km/h por una carretera de 50 se multa con 600 euros; por cualquiera de estas acciones mentadas antes, se podría multar con hasta 60.000 euros… o incluso más según la opinión del juez).

              La nueva Ley Pajín determina que la infracción por discriminación es cosa probada y cierta, y por lo tanto es el acusado el encargado de demostrar su inocencia, lo que significa que cualquiera puede denunciar por discriminación, que como es la otra parte la que ha de demostrar que es inocente (algo que, por otra parte, resulta casi imposible), al final casi siempre saldrá ganando.

              Como en el caso anterior, que si el portero ve que el Señor X deja pasar a la compañera de trabajo, puede formular denuncia por “acoso”, por “discriminación”, por “machismo”, etc., y será el Señor X el encargado de demostrar que si dejó el paso fue por pura educación (ahora bien, ¿cómo diablos se puede demostrar algo así?). Claro que de igual manera podrías denunciarlo por las mismas causas en el supuesto de que pasase él primero y la dejase a ella con la puerta en la mano.

              El resto de los compañeros de trabajo podrían denunciarlo por haberse marchado con otros amigos a comer fuera, y se sienten discriminados por él.

              Los habituales del bar donde comieron no gustan del futbol, y por lo tanto se sintieron discriminados cuando el Señor X y sus amigos comentaron el partido del día anterior.

              Al hablar de mujeres, la camarera del local rápidamente tomó nota y puso una denuncia por acoso y discriminación machista.

              En la cena el chef se siente insultado en su orgullo y por lo tanto discriminado, cuando los “tortolitos” se decantan por un plato diferente al que él les ha recomendado.

              Los solteros que paseaban por la noche se sienten discriminados y en plan “Forever Alone”, cuando ven a la parejita besarse en cada soportal.

              Aún cuando haya gente que me diga que me estoy pasando tres pueblos con estos ejemplos, aún cuando haya gente que me diga que esto es exagerar el propósito de la Ley… en realidad no he dicho nada que no se puede hacer al amparo de dicha ley. Podremos poner denuncias a diestro y siniestro, y sin necesidad de preocuparnos por las consecuencias. Y lo mismo pasará con nosotros, que nos denunciarán por todo, pues No Existe Conducta Que No Sea Discriminatoria Para Alguien.

              El ser humano vive de la discriminación. Vive de las diferencias. Las decisiones que tomamos todos los días implican necesariamente una discriminación, sea a personas (voy al cine a ver una película porque me gusta más su reparto que otra en la que no me caen bien sus actores), sea a objetos (escribo con bolígrafo en lugar que con pluma), sea a opciones (corto el césped hoy, o me tumbo a la bartola toda la tarde)… Según esta nueva Ley, por el mero hecho de decir: “Yo opino…”, independientemente de lo que vaya después, ya te pueden denunciar, pues una opinión implica necesariamente una discriminación. Por ejemplo si opino que el helado de chocolate es más rico que el de vainilla, ya estoy discriminando al de vainilla. Si opino que el creacionismo es una tontería, estoy discriminando a los que opinan de diferente forma.

              Por lo tanto, esta ley va en contra de la libertad de la gente a tener unas ideas diferentes. Esta ley va en contra de la mismísima realidad. Y la verdad es que me recuerda mucho a la escena de “La vida de Brian” donde Stan (la hermana Loreta) decide que quiere ser mujer y quiere tener hijos, y que está en su derecho a luchar contra los romanos por ello (a lo que los demás le dicen que es una lucha contra la realidad).

              Para que esta ley se cumpliese de forma normal y sin problemas sería necesario un nuevo mundo, donde no existiesen ni hombres ni mujeres, donde todo ser vivo fuese un clon, donde no existiese inteligencia y donde todos fuesen idénticos en todos los aspectos (tanto en apariencia como en pensamiento y obra). En cualquier otra situación, intentar regular legalmente el vivir de las personas es tan absurdo como sacar una ley que condenase al Sol por dar luz. Poder se puede, pero jamás se cumpliría, pues es imposible. Regular el pensamiento de las personas es lo mismo. Poder se puede, pero es imposible de cumplir. No podemos pensar de una forma determinada porque nos obliguen a ello. Pensamos lo que queremos. Opinamos lo que queremos. Actuamos como queremos. Podemos regular las actuaciones, nunca las opiniones o pensamientos. Pues la primera podremos evitarla (o castigarla si no la pillamos a tiempo); pero las otras dos son inherentes al ser humano y jamás se podrán reconducir según las opiniones de un tercero.

              Es más, esa misma ley me está discriminando a mí (y a cualquier otro que opine como yo), pues nuestra querida Leire Pajín opina distinto a nosotros, y por lo tanto nos discrimina por pensar diferente.

              Cada día que pasa entiendo menos a los políticos que nos gobiernan. Tanto dinero gastado en tonterías como estas, y aún tienen la cara de decir que lo hacen por nuestro bien. Aún tienen la cara de decir que es un dinero bien invertido. Aún tienen la cara de decir que hay que subir los impuestos para pagar todas estas tonterías. Y luego aún tendrán la cara de culparnos a los ciudadanos cuando este tipo de leyes no den ningún resultado real (salvo a nivel de las arcas estatales, pues con tanta multa se van a forrar; porque lo que es a nivel individuo, no hay ninguna situación en la que se pueda sacar nada positivo).