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domingo, 22 de mayo de 2011

¿Democracia Real YA o Libertad YA?



Las propuestas de esa gente que se extasía con el movimiento “Democracia Real YA” son equivocadas y contradictorias a sus postulados principales puesto que quieren más, no menos política; quieren menos, no más mercado; siendo la economía de mercado la única capaz de crear ese empleo que tanto demandan, al menos de boquilla. Porque, no nos engañemos, algunos tienen muy poca pinta de querer trabajar. Eso sí, quieren una política y un mercado mangoneado por "el pueblo", como si el pueblo no pudiera ser totalitario o como si no hubiese déspotas capaces de manipular al pueblo a base de consignas placenteras y alienantes. En definitiva, la gente que se extasía con el movimiento “Democracia Real YA”, quieren menos libertad individual y más Estado, donde unos pocos dirijan a su antojo la vida del resto de la ciudadanía. Algunos ilusos les han colgado la medalla de "inconformistas". Yo los observo y les veo muy conformes con las consignas de la izquierda radical, sectaria y liberticida.


El analfabetismo político es una de las características de la gente que se extasía con el movimiento “Democracia Real YA”. Su caos ideológico desprende un tufillo cuyo aroma es bien conocido entre los satrapas de medio mundo. En el fondo son anticapitalistas y genuinamente estatistas. Ingredientes básicos tanto para el socialismo de izquierdas o comunismo, como para el de derechas o nacionalsocialismo. Todo socialista, sea de derechas o de izquierdas, gusta poner apellidos a la democracia (orgánica, popular, asamblearia, etc), tal como ocurrió con el fascismo y el comunismo durante el siglo pasado.

La tendencia futura de la gente que se extasía con el movimiento “Democracia Real YA” es seguir enturbiando la poca democracia que les queda a los españoles, a través de consignas anticapitalistas que induzcan a cambios políticos más nocivos para el futuro de la ciudadanía. El movimiento “Democracia Real YA” es la llave para el totalitarismo. Una llave puesta a disposición del primer tirano que pase por la Puerta del Sol de Madrid con la que abra la pesadilla donde esconde sus sueños utópicos liberticidas. Sueños que siempre acaban ahogados en sangre y miseria.

Los populistas conocen muy bien la forma de ganar voluntades con promesas de subsidios, ayudas o regalando viviendas, siempre a costa de los malditos y abstractos “ricos”. ¡Y la gente mediocre encantada con esto y sonríe!, hasta que un día a alguno se le ocurra decir: ¡Tu eres más rico que yo, por tanto tengo legitimidad para quitarte lo que tienes!. En ese momento la sonrisa de esa gente mediocre se convertirá en desesperación y angustia.

Esta claro que para arreglar la jodida crisis financiera internacional se debe permitir que sean los propios ciudadanos en un marco de libertad y libre mercado los que tomen las riendas de la situación, en vez de proceder a intervenciones cada vez más escandalosas con el dinero de aquellos que lo pueden producir honradamente con su trabajo y esfuerzo. Porque lo que está sucediendo actualmente en la economía internacional es el resultado de inversiones muy arriesgadas en un clima de falso bienestar creado por los Estados socializados y amparadas por éstos, como últimos salvadores, que nunca se hubieran planteado si no existiera esa red pública que garantiza el fracaso de unos desalmados a costa del contribuyente.

Todo es consecuencia del intervencionismo económico, de gobiernos omnipotentes que arrinconan la libertad y la propiedad privada, malgastando la riqueza de los ciudadanos en su particular sueño mesiánico por rescatar una economía que sería capaz de salvarse a sí misma si no se lo estuvieran impidiendo; es decir, todo es consecuencia del triunfo de ese socialismo o capitalismo de Estado, que impone más reglamentos, más control y menos libertad individual. Todo lo contrario a un deseable capitalismo democrático.

Esta claro que podemos cambiar las cosas, pero no siempre tiene porque ser positivo el resultado del cambio, por tanto debemos de reflexionar bastante sobre el apoyo que podamos dar, aunque sea con buenas intenciones, a los que quieren “perversamente” y de forma disimulada un futuro negro para todos.

Ahora es urgente y necesaria una enorme masa crítica de gente independiente y que no se deje embaucar por la primera consigna que oiga. Masa crítica que desgraciadamente hoy no existe; más bien existe una enorme masa crítica totalmente contraria a lo que debería ser, y ésto es muy peligroso.

La construcción política de una verdadera sociedad libre y democrática sólo será posible mediante una continua docencia ciudadana directa y, en principio, sin cientificismo. Esto no quiere decir que nos olvidemos del frente académico tan necesario en una sociedad que quiera progresar, sino que sea complementario y parejo al frente de la política activa de calle.

Los liberales debemos llegar a la gente, motivarla para que reflexione y acostumbrarla a no dejarse llevar ni por la consigna de partido ni por la demagogia del primer iluminado que se crea un Mesías sentado a la derecha o a la izquierda de Dios.

Debemos ser pragmáticos frente a sentimentalismos baratos y debemos actuar con un sentido evolutivo frente al sentido revolucionario de hoz y martillo. Creo que en mi bitácora ya dejo bastante claro hacia donde lleva siempre esos amagos de revolución organizados desde el socialismo de izquierdas.

El socialismo revolucionario siempre se inició asambleario y acabó como una dictadura en manos de unos pocos. Sólo limítate a observar como acaba el socialismo allá donde se hace con el poder absoluto. Siempre en lo mismo, no falla: despotismo, sucesión dinástica, corrupción, capitalismo de Estado o mercantilismo, sectarismo, violencia, monopolio estatal de la economía, falta de libertades, desesperación, etc.

Debo remarcar que es trascendental la característica violenta del socialismo puesto que sus seguidores la ocultan de manera sistemática. La coacción es el fundamento para mantener un sistema económico de carácter planificador e intervencionista basado en una ideología ineficaz y creadora de miseria.

Lo más parecido al “gobierno de todos” se da únicamente en democracias liberales que pueden subsistir gracias a que los ciudadanos saben vivir en democracia porque tienen capacidad de reflexión y votan con la cabeza no con el culo. Ya sabes que del culo sólo puede salir mierda, como se comprueba en las pseudodemocracias populistas.

¿Qué pensáis que es la democracia? ¿Acaso no veis que el derecho a la democracia, como el derecho a ser padre, se tiene que adquirir con una cierta mínima formación de la persona, sabiendo al menos qué es y qué no es la democracia, y exigiéndola luego íntegra?

Deberías saber que tener garantizadas unas elecciones y votar no significa vivir en Libertad. Un hombre no es menos esclavo porque se le permita elegir a un nuevo señor una vez cada legislatura. El fundamento de la democracia y el de la Libertad son diferentes y nunca lo debemos confundir.

Las elecciones te permiten elegir unos simples gestores del Estado pero no deben ser un trampolín para unos mandatarios déspotas que regulen todos los aspectos de tu vida. No lo olvides, concurrir a unas elecciones no es suficiente para garantizar o defender tu Libertad.

Tampoco la democracia se puede basar solamente en el gobierno de la mayoría, pues una mayoría podría gobernar de un modo tiránico. Podemos decir que, a veces, choca la democracia con la libertad. Por ejemplo, si Mario y Sofía, muy espabilados, votan que el tonto de Fernando debe entregarles la mitad de lo que gane trabajando, la situación será perfectamente democrática, pero no debe suceder en una sociedad libre.

La democracia no es poder absoluto, ni poder expansivo. Es contrapoder, es división de poderes. Es, sobre todo, poder limitado, o sea, cuanto menos clase política mejor. Cuanto menos Estado más libre seremos.

A todos los que amáis la Libertad y el verdadero progreso: ¡¡ PERMANECED ATENTOS Y EN GUARDIA !!




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martes, 8 de diciembre de 2009

Las tetas de mi amiga Adela “La Anarquista”


Durante un tiempo viví en una comuna anarquista. Todos allí eran supuestamente muy solidarios y decían que era bueno compartir los bienes entre camaradas. Todos estaban convencidos de la necesidad de la abolición del Estado, de la propiedad privada y del derecho de herencia. Todos rechazaban el consumismo y el materialismo de los países occidentales, sobre todo el de su demonio favorito: Los Estados Unidos de América.

Incluso algunas “miembras” de la comunidad, como así les gustaba denominarse, se enorgullecían de defender a los más indefensos y desprotegidos de la sociedad; lo que me chocaba es que afirmaran esto después de abortar, práctica muy reiterada entre ellas. Personalmente no entendía muy bien el pseudoprogresismo de éstas mujeres, que respondía a un esquema muy sencillo: ser pacifista y apoyar a los desfavorecidos con grandes dosis de demagogia y mucho talante de buenismo. Sin embargo, a su hijo que reposaba inocentemente en su vientre, siendo éste el más débil, el más indefenso, el más dependiente de todos los seres, no les parecía digno de amparar. Yo observaba una fuerte contradicción en sus postulados y para colmo argumentaban los derechos de la madre, presentándola como una pobre víctima indefensa no se sabe muy bien frente a qué.

Todos repetían la misma cantinela típica del clásico socialista que se siente anarquista; y que suelen soltar cuando no son ellos los afectados directamente por las consecuencias de tales ideas. Únicamente, sólo lo de desmantelar la cosa pública, es decir, el Estado, me llegó a convencer puesto que, como buen anarco liberal asilvestrado, además de desconfiar de la clase política, creo muy saludable para el bienestar de los ciudadanos limitar el poder del Estado y reducirlo progresivamente al mínimo imprescindible para construir una sociedad donde prime la Libertad y la solidaridad voluntaria entre los individuos en contra de la expansión del liberticida Estado colectivista bajo el apellido disimulado de socialdemocracia, neocomunismo, socialismo populista o indigenista , etc.

Recuerdo en especial a un miembro de la comuna que se llamaba Alejandro. Alejandro fue el que me invitó a compartir una nueva vida con ellos. Ya se sabe esa típica ansia que tienen los jóvenes de descubrir siempre un nuevo estilo de vida hasta que se dan de bruces con la realidad. Todos en la comuna aseguraban eso de que el anarquismo sólo puede ser socialista. Yo no lo tenía tan claro, sobre todo por lo de la coletilla socialista que acompañaba a la palabra anarquismo a la que todos daban mucha importancia. Esto es así, después de algunos detalles que me llamaron la atención y por los que me empecé a desencantar con lo de la comuna pseudoanarquista. Un día tuve la ocasión de comprobar la hipocresía de estos tipos que hoy en día se hacen llamar “Okupas” pero que conservan la misma filosofía de vida.

Alejandro tenía una compañera de cama, Adela. Una morenaza de ojos verdes nacida en Cartagena que estaba buenísima, pero yo la notaba algo agotada en su relación sentimental. Desde el primer momento congeniamos e inevitablemente me la llevé al “huerto”.

Esto le sentó muy mal a Alejandro, un chico bastante celoso. Desde entonces la relación se enturbió bastante haciéndose cada vez más insoportable. Alejandro creía tener un predominio especial sobre la murciana, esto fue lo que me hizo entender que eso de abolir la propiedad privada no lo tenía muy claro el chaval, sobre todo si tenía unas buenas tetas como las de Adela. Michael, un comunista canadiense, rubio de ojos azules, que se sentía indigenista y que purulaba por la comuna le hizo entender a Alejandro que no debe existir la propiedad sobre las cosas que nos ofrece la “Pachamama” (madre tierra) y, menos, sobre las personas; puesto que el anarquismo no simpatizaba con la esclavitud.

La gota que colmó el vaso fue un día en el que Adela y yo violamos lo más sagrado que tiene el típico anarquista socialista. Su propiedad privada. ¡No es de coña! En el fondo ellos tiene sus sagrados bienes privativos. Lo de compartir los bienes, la distribución de la riqueza o abolir la propiedad siempre es bueno mientras sean las de otros.

Sigo. Una tarde Adela y yo, después de haber aplastado un poco la hierba de un prado, regresamos a la aldea con bastante apetito. Alejandro acababa de hacerse un sensacional y materialista bocadillo de jamón ibérico que había comprado con algún dinerillo que obtuvo por la mañana en el rastrillo del pueblo vecino, haciendo juegos de malabares; dinero que no depositó en la caja común como era norma de obligado cumplimiento en la solidaria comuna.

Adela y yo nos habíamos situado tendidos a cierta distancia de Alejandro. No había mucho que hacer, salvo dormir, comer, follar, tocarse los huevos y repetir las consignas socialistas en reuniones esporádicas organizadas por un tipo que venía de vez en cuando en su flamante Volkswagen Beatle amarillo, portando atuendos psicodélicos y llenos de colorido.

Cuando venía este tipo, todo en la comuna era buen rollo y hermandad. Dicho personaje aprovechaba el viaje para traernos algunas cajas de ultramarinos y artículos de aseo que, por cierto, nunca se agotaban desde la última reposición; así como libros de base ideológica 100% socialista y panfletos varios que tras leerlos suponía que los debería haber escrito algún descerebrado inspirado por drogas alucinógenas como el ácido lisérgico.

Continuo. Esa tarde fue mi perdición, puesto que no se me ocurrió otra cosa que aprovechar la ausencia momentánea de Alejandro para sugerir a Adela que compartiéramos el sabroso bocadillo que se mostraba amenazante con ese jamón de jabugo resplandeciente debido a su grasiento tocino uniformemente veteado. Prisionero manjar cautivo en una barra de tierno pan candeal cuyo interior, previamente, se había untado con tomate campero ahogado por un aromático aceite de oliva virgen. Los tomates los cogió Alejandro de una pequeña huerta ecológica que montamos, por propia iniciativa, cuando me incorporé a la comunidad aportando mis conocimientos agrícolas; pero que, con el tiempo, sólo la trabajábamos los tres plingaos de siempre que respetábamos eso de la colectividad del trabajo del socialismo anarquista.

Y así lo hicimos, Adela y yo dividimos en tres partes el bocata como buenos anarquistas socialistas solidarios y nos comimos dos tercios de bocadillo, dejando una tercera parte para el compañero Alejandro.

Alejandro volvió de “plantar un pino” y se encontró su apreciado bocata reducido. Tal cabreo le entró que casi me mata. Yo sólo seguía la consigna anarquista socialista al pie de la letra, es decir, abolir la propiedad privada y la distribución equitativa de la riqueza.

El suceso justificó mi expulsión de la comuna. Todos respaldaron al camarada Alejandro puesto que realmente no sentían mucho aprecio por mí debido a que no habían logrado normalizar mi anárquica y asilvestrada forma de pensar. Incluso mi estimada Adela se unió a la unánime decisión del grupo. Por cierto, un día me la encontré en las Ramblas de Barcelona casada con Michael, el canadiense. Me contaron que les iba muy bien en su lucrativo negocio de compra y venta de terrenos en la ciudad condal. Negocio que Michael había montado con la pasta que heredó de un tío de Toronto. -¡Vaya con el comunista y los parias de la tierra!- pensé de camino a la parada del bus.

La experiencia en la “comuna anarquista socialista” me abrió definitivamente los ojos y me di cuenta de su falsedad. Esa gente sólo quería vivir del cuento y de las rentas de los demás. O sea, el típico invento de una pandilla de vagos, hipócritas y envidiosos. En eso consiste el socialismo.


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