El 20N o 20 de noviembre no es sólo una fecha peculiar buscada perversamente por el iluminado del Palacio de la Moncloa, con la intención de que los liberticidas marxistoides más casposos, rancios, sectarios y radicales pierdan el culo y voten, en manada, contra la “Reacción” de la mitad de la ciudadanía española. El 20N es la fecha más apropiada para que esos ciudadanos reaccionarios reflexionen sobre cómo defender el futuro de sus hijos, su libertad, su trabajo, su propiedad privada y, sobre todo, su vida que es la propiedad privada más sagrada que tiene una persona.
El 20N es una fecha particular y no porque muriesen dos socialistas de derechas, como lo fueron Francisco Franco o José Antonio Primo de Rivera, sino porque muchos mediocres liberticidas marxistoides ignoran que también, un 20N, fue el día en el que falleció un socialista de izquierdas llamado Buenaventura.
Buenaventura Durruti espichó a las cuatro de la mañana del 20 de noviembre de 1936, en el Hotel Ritz de Madrid. Un hotel suntuoso de los que tanto gusta disfrutar a los genuinos comunistas que hacen lo imposible para que el pueblo llano nunca tenga esa posibilidad.
El 20N no debería ser una fecha recordada por la muerte de Franco; sino porque murió Buenaventura Durruti, un tipo que se afilió a la Unión de Metalúrgicos, una asociación socialista adscrita al sindicato liberticida Unión General de Trabajadores, pero que pronto la dejó porque la consideraba muy moderada. Un tipo que participó en la huelga general revolucionaria de 1917 como militante del sindicato revolucionario UGT, del que sería expulsado por defender posiciones demasiado revolucionarias.
Buenaventura Durruti era un tipo que, después de atracar algunos bancos, se integró en el sector faísta, próximo a la FAI el cual , según el propio Durruti, debería ser beligerante con la moderada, en su opinión, II República Española. Sí, esa República de ensueño controlada despóticamente por el famoso Frente Popular que era una coalición sectaria de base marxista integrada, mayormente, por masones, nacionalistas racistas, matacuras y amantes de la propiedad ajena.
Los más ancianos recuerdan que por donde pasaba la famosa Columna Durruti se abolía todo tipo de propiedad privada, las tierras eran expropiadas y colectivizadas, se dejaba sin efecto el derecho de herencia y se instauraba el comunismo libertario que, como todos sabemos, sólo puede funcionar con máquinas, pero no con seres humanos . Y al que osara discrepar con el fondo y las formas de D. Buenaventura ¡matarilerile, matarilerilelon!.
La historia de España podría haber sido diferente en caso de que durante todos los 20N de más de 3 décadas, en lugar de acaudillar a los españoles Francisco Franco, los hubiera acaudillado Buenaventura Durruti. Eso sí, siempre que hubiera obtenido el beneplácito de los agentes comunistas enviados a España por el sátrapa Stalin.
La diferencia entre las dictaduras socialistas de derechas y las socialistas de izquierdas, es que de las primeras se sale de forma pacífica restaurándose la democracia; y de las segundas nunca se sale salvo que se desplome el muro que retiene, en la miseria y la desesperanza, a toda una nación.
El Muro de Berlín también murió un mes de Noviembre pisoteado por masas de berlineses del este desesperados por contemplar los escaparates repletos de comida del Berlín oeste. Esto fue posible porque, víctima de un lapsus, quien dirigía en aquel momento la pesadilla totalitaria dejó de aplicar, durante una jornada, el terror de Estado contra sus ciudadanos. Un terror de Estado que daba solidez y vigor al maldito muro de la vergüenza. Un muro que comenzó a levantarse el 13 de agosto de 1961 y desde ese día hasta su desplome, en noviembre de 1989, marcó, con la sangre de algunos berlineses tanto simbólica como físicamente, la frontera entre dos mundos opuestos, entre dos concepciones de la vida muy alejadas: la de la economía de mercado y la Libertad, en un extremo, y la del socialismo y la esclavitud en el otro. La línea divisoria entre la esperanza y su ausencia.
El robusto muro que dividía la ciudad de Berlín no fue la única barrera que levantó el casposo socialismo marxistoide en el siglo pasado, con la intención de blindarse y perpetuarse. En todos los lugares dónde sembró su perversa semilla se alzaron otros muros invisibles, pero igual de crueles; detrás de los cuales se encarcelaba, torturaba y asesinaba a millones de desgraciados que no querían comulgar con la rueda de molino del socialismo.
Sin la persecución política y un aparato policial gigantesco, los muros del socialismo nunca pueden sostenerse.
Los mediocres aborregados por las consignas o los liberticidas perversos que redactan las mismas suelen afirmar con simplismo falaz y estúpido que la guerra civil española de 1936 fue el resultado de una rebelión de los fascistas contra los demócratas. Es obvio que en dicho año, en España, los demócratas y la democracia brillaban por su ausencia. Un ejemplo fueron los milicianos del Frente Popular que no luchaban por la democracia, sino para instaurar la dictadura del proletariado al estilo soviético con la falsa justificación de la injusticia social ¿Qué justicia ha existido en los fracasados países comunistas del siglo XX?.
Durante la II República española se fraguaron una amalgama de intereses espurios plasmados en ideologías totalitarias que ahogarían la Libertad y la prosperidad de los españoles empujándolos a un futuro muy oscuro.
La Guerra Civil derivó de un calamitoso fracaso colectivo del pueblo español que fue víctima de una casta política donde abundaban los obtusos, los loquinarios, los botarates, los corruptos y los maricomplejines; una clase política conformada por gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta, donde chapoteaban tipejos insufribles por su inepcia, injusticia, mezquindad o tontería. Gentuza que concebían el presente y el porvenir de España según se lo dictaba el interés personal y que practicaban una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta.
Los españoles del siglo XXI tenemos que luchar por acabar con la miseria política que supuso el enfrentamiento de las dos Españas. Debemos luchar por defender las libertades, el respeto a la vida y el derecho a prosperar como nación. Debemos deshacernos de una casta política manirrota que hoy medra en el poder y en la oposición; una cuadrilla de parásitos amantes de un Estado intervencionista y despótico que se parecen mucho a esos tipejos que nos empujaron a la guerra civil en el siglo pasado. Debemos construir una nación libre que acoja a todos los españoles salvo a los que pretendan imponer sus ideologías casposas y obsoletas a través de la demagogia o la violencia.
La memoria histórica no debe utilizarse para reabrir fosas del odio e intolerancia cuyos cadáveres putrefactos algunos malnacidos aprovechan para construir sus barricadas, sino para reflexionar, rectificar y aprender de nuestros errores con el propósito de no volver a repetir otra aberración histórica.
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NOTA: En la fotografía aparecen algunos de los sectarios liberticidas que se reunieron en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense donde expusieron su discurso totalitario entre banderas anticonstitucionales de la II República y gritos amenazantes de "no pasarán". De Izquierda a derecha, Carlos Jiménez Villarejo (exfiscal franquista que mamó de la teta de la dictadura de Franco), Carlos Berzosa (el anfitrión del evento casposo), Gaspar Llamazares (médico castrista), Ignacio Fernández Toxo (sindicalista que parasita al contribuyente), Cándido Méndez (otro sindicalista que parasita al contribuyente), Pedro Zerolo (un fanático del día del orgullo Gay pero que no defiende en Irán, con tanta intensidad, su apreciada Alianza de Civilizaciones o el respeto a los homosexuales) y Gaspar Zarrías (Secretario de Estado, segundo por la derecha, que fue allí en representación del gobierno de Zapatero cuya mayoría de miembros y simpatizantes, antifranquistas retrospectivos, también han mamado impasibles la teta de la dictadura en su boyante juventud gracias a que sus padres lamían plácidamente el culo del Caudillo).
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