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martes, 29 de junio de 2010

Los Borbones borbonean


En cuanto al Rey, ¿qué queréis que piense sobre un tipo que continúa sin desempeñar su trabajo de moderador o árbitro que la Constitución le otorga? Un señor con corona que dice reinar una España donde unos politicuchos parásitos y corruptos están intentando cambiar el régimen político a través de los hechos consumados y saltarse a la torera la Ley de leyes que es la Constitución; porque lo que aquí se está gestando es un cambio de régimen que el pueblo soberano no demanda, ni quiere ser partícipe, ni siquiera va a ser consultado en referéndum.

Se sabe que el Borbón siente una especial simpatía por Zapatero “el rojo”, como así gusta llamarse, y no lo oculta. Os recuerdo su famosa declaración, muy poco apropiada para la figura de un moderador o árbitro:

"Zapatero sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas. Tiene profundas convicciones, es un ser humano íntegro y un hombre recto que además no divaga…".

Dichas alabanzas implican que para el Borbón millones de españoles, los que no confiaron en el PARTIDO SOCIALISTA de Zapatero, principalmente por no estar de acuerdo con la opinión del monarca, están equivocados, en cuyo caso sería conveniente que el Rey les explicase en qué consiste su error.

¿Qué queréis que diga sobre un monarca que, en un acto de genuflexión instigado por Zapatero, ríe la gracia a un mediocre déspota como Hugo Chávez que roba propiedades que los españoles tienen en Venezuela?.

¿Qué se puede opinar de un monarca que suscribe una Ley de "memoria histórica" hemipléjica al estilo totalitario, cuyo objetivo es deslegitimar absolutamente al franquismo y, por tanto, a todo lo que de él proviene, es decir, a la democracia y la monarquía?. Al firmar esa ley el monarca ha firmado su propia ilegitimidad.

¿Qué imagen debo tener de un individuo que no pierde tiempo en firmar las leyes del aborto, haciendo caso omiso a su condición de católico?

¿Qué queréis que piense sobre un rey que es Capitán General del ejército y se traga impasible que su ministro de defensa socialista declare “que es mejor morir que matar” y que se siente molesto con los lemas de algunos cuarteles que decían “A España servir hasta morir” y lo ordena quitar? ¿Qué voy a pensar de Juan Carlos I que no hizo nada cuando el mismo Ministro de Defensa socialista ordenó el arresto de un teniente general, que fue jefe de la Fuerza Terrestre, por decir públicamente: "… afortunadamente, la Constitución marca una serie de limites infranqueables para cualquier estatuto de autonomía; sin embargo, si esos límites fuesen sobrepasados sería de aplicación el artículo octavo de la Constitución: las fuerzas armadas, constituidas por el Ejercito de Tierra, la Armada y el Ejercito del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional"?.

¿Qué queréis que piense de un Rey que mira para otro lado cuando unos independentistas radicales le queman su retrato pero, en cambio, carga con contundencia contra una sencilla revista por publicar un inocente chascarrillo gráfico sobre su hijo y nuera? Realmente opino que no se debe dar mucha importancia a unos energúmenos que queman la cara de un tío que ni si quiera se queja de ello, pero sí se deben tomar medidas cuando esos tipos están quemando la imagen del Jefe de Estado, figura que representa a todos los españoles según la Constitución. Es como si nos quemaran a todos un poquito y aquí no pasa nada. Y luego algunos se extrañan que vociferen insultos y piten denigrantemente al Jefe de Estado en alguna final de Fútbol.

Repito. Los separatistas queman el retrato del Rey de forma indemne y los socialistas que gobiernan se cuidan de no apagar, lo que equivale a dejar que se extienda el fuego.

¿Qué queréis que piense sobre un Rey cuyos ancestros de sangre se postraron a los pies de Napoleón permitiendo la invasión de España por las tropas francesas en el siglo XIX; así como su abuelo Alfonso que, por pereza en sus funciones, tiró la toalla permitiendo la invasión soviética en el siglo XX, ésta camuflada en el Frente Popular de la fracasada II República, en la que menos demócratas, había de todo?

Creo que los genes de los Borbones no son muy positivos para el futuro de España y yo no me invento nada, ahí está la historia para los incrédulos. ¿Cuál será la invasión que permitirán en el siglo XXI? ¿Tal vez los islamistas de nuevo,? ¿Qué opinan sobre el Gran Al Andalus los amiguetes árabes del Rey o su primo moro del Magreb?







Y en cuanto a la sucesión del Rey, ¿Qué se puede decir de unos principitos progres que se van de cena con la flor y nata de la progresía como Joaquín Sabina y otros cejateros para que luego esa pandilla de antifranquistas retrospectivos les echen en cara esto: “El Rey Juan Carlos es un señor con una corona ridícula de por medio”, “La Monarquía es un déficit democrático que sufrimos por herencia”, “Su boda fue propia del Siglo XIV” "Leti es una chica lista e inquieta. En fin. Yo la apoyo porque creo que, con un poquito de suerte, puede traernos la Tercera República."

¡Pero que “guays” son los principitos borbones!


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lunes, 12 de abril de 2010

EL DISFRAZ DE LA DEMOCRACIA


Llama la atención que muchos no sepan que hoy en día los genuinos dictadores ya no se hacen con el poder con cuartelazos o revoluciones bananeras sino que utilizan la democracia. Es decir, el fusil de asalto AK-47 lo han sustituido por la demagogia, cambiando la legalidad vigente a capricho. Actualmente todo se hace con más sutileza.

En toda democracia existe una regla básica de autoprotección, es decir, Yo, perdedor de las elecciones, acepto que tú gobiernes, resignándome a hacer una oposición pacífica, siempre que tú respetes las reglas del juego que garanticen la limpieza electoral y las libertades y derechos que a mí me permitirán gobernar alguna vez. Es obvio que si una de las partes no respeta la regla básica expuesta es que quiere gobernar de una forma totalitaria, quedando la otra parte liberada, a su vez, de respetarla. En otro caso quedaría en desventaja y forzada a acatar la arbitrariedad, por lo que se iniciaría una fase de convivencia violenta.

En base a lo que he expuesto nunca la democracia puede funcionar si sus principales partidos políticos no aceptan las reglas básicas democráticas, normalmente incluidas en las constituciones. Y no me vale lo de cambiar la Constitución a capricho para justificar que lo que haga el dictador sea bueno. Un ejemplo: Yo que tengo mayoría parlamentaria cambio la Constitución para ser elegido presidente vitalicio y con poderes absolutos ¿Es esto democrático para ti?

La democracia descansa en el supuesto de que la mayoría de los ciudadanos no votará a un partido contrario a las libertades; y por lo común así ha ocurrido pero no siempre. Hitler obtuvo el poder democráticamente afirmando que no iba a eliminar la Constitución, sino a interpretarla de manera más “profunda”, más “generosa”, dirían otros ahora. Lo mismo está ocurriendo actualmente con gobiernos como el de Venezuela, Bolivia o Ecuador y que algunos sátrapas pretendieron extender su cáncer ideológico a Honduras.

Así vemos que gobiernos opresores muchas veces son el resultado de elecciones democráticas y una democracia opresora no resulta menos abusiva que una dictadura, sólo que su despotismo suele ser menos visible. La técnica totalitaria es la siguiente: cuando un dictador empieza a gobernar en una democracia siempre se apresura en apropiarse del control de los medios de comunicación, de la economía, de los medios productivos, así como de la educación. A pesar de que el dictador afirme que se legitima en su elección democrática sigue siendo un dictador, incluso aplaudido y admirado por otros aspirantes a dictador que también se ocultan detrás de las urnas.

Dicen representar al pueblo y llegados al poder por medios democráticos enseguida comienzan el proceso de demolición del sistema de libertades. Estos hechos vulneran gravemente las reglas del juego democrático.

En regímenes dictatoriales depende de la sociedad civil que los ingenieros de mentes no se salgan con la suya. Si lo consiguen, los ciudadanos del futuro no sólo no serán libres sino que nunca habrán tenido la oportunidad de serlo.


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lunes, 7 de diciembre de 2009

Reparemos la Constitución

Ayer se cumplieron 31 años de la Carta Magna, de ese librito que llamamos Constitución. Las celebraciones no han cesado. Sin embargo, no para de hablarse de una reforma constitucional. Y Rajoy es el que dice ahora que “nada es inmodificable”, mientras que Zapatero se erige en lo épico: “no se necesita una reforma de la Constitución, no es urgente”. Curioso, porque cuando estaba en la oposición la pedía. De la misma forma que el Gobierno, por aquel entonces del PP, negaba cualquier reforma.

Será porque en el poder las cosas se ven de otra manera. Y porque es tremendamente jodido poner a unos de acuerdo con otros, por no decir imposible. Pero lo realmente cierto es que nuestra Constitución lleva pidiendo a gritos una modificación desde que se creó. No solamente eso: estamos hablando de una verdadera reparación de dicho texto.

Y todo empezando por lo que tanto he repetido muchas veces: la separación de poderes. En España no hay – ni habrá, a este paso – una separación de poderes realmente efectiva. Porque es en la propia Constitución donde se nos impone que los políticos van a decidir quiénes son los jueces. Y, claro, así quedan huecos abiertos para que los partidos se repartan, entre ellos, el poder judicial. Algo que en una verdadera democracia no debería de pasar.

Una Constitución debería de garantizar unas libertades, y en consecuencia, garantizar que el poder político, de ninguna manera se va a sobrepasar y va a utilizar su poder coercitivo contra el individuo. Y eso es algo que carece nuestra Constitución, que incluso deja huecos que favorecen que los gobernantes hagan lo que les salga, literalmente y con la expresión más basta del mundo, lo que les salga del nabo.

Otra parte importante sería la relación entre la libertad de expresión y las injurias. ¿Qué es una injuria? Me parece que en muchas ocasiones se anula libertad de expresión bajo el nombre de “injuria” o “calumnia”. ¿Por qué voy a omitir yo que usted sea un facha, si es lo que realmente pienso? ¿Tengo que esconder esa opinión? No sería demasiado lógico ni consecuente.

Por todo esto y muchas cosas que no comento, pero que se podría hacer, creo que la Constitución debe de ser reformada o, incluso, realizar un texto completamente nuevo basado en principios liberales. Sería mucho más complicado, pero conveniente. En estos días de celebración siempre conviene replantearse unas cuantas cosas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Prostituyendo a Democracia

Democracia, una chica de 30 años ya un poco ajada y no de muy buen ver está haciendo la calle. Es una golfa barata, de esas que trazan círculos en el aire con su bolso en cualquier esquina del centro de Madrid. Con su perfume, su paquete de Camel arrugado y sus medias llenitas de carreras.

Democracia ha conocido tiempos mejores, era una de esas meretrices de club de carretera, respetada por los clientes, que se cuidaban muy mucho de darle pellizcos en las nalgas o propasarse de cualquier otra forma por si llegaba el gorila de la puerta y les echaba a puntapiés.

Ahora nadie la respeta, desde el día en que se quedó en la calle.

Al abajo firmante de su contrato le dio un buen día por romper el trato y hacer trizas la Constitución que la defendía en sus napias.

A aquel jefe de club de carretera, el Rey de algo le llamaban, dejó de interesarle un buen día Democracia y la echó a patadas de su decente negociete de la autovía que va hacia Barcelona. Quería comprarse un barco e irse a navegar, o de caza a fincas castellanas… ¡Todo un Bont vivant!

Ahora a Democracia la chulean unos tipejos del montón, sin corona y sin estudios, uno de ellos dice ser de León, aunque allí nadie le recuerda, el resto son pertenecientes a una mafia catalana, de esos con barretina y seny a espuertas.

Un día Democracia hablaba de lo bien que le iba en el club, de lo que echaba de menos a las personas decentes que entraban y salían, de aquel contrato Constitución que la protegía y la hacía igual a todas las demás chicas.

Sus chulos catalanes tomaron buena nota de sus quejas y un día se presentaron con un papelote llamado Estatut, una especie de contrato lleno de palabrería y de letra pequeña.

Democracia lo leyó sin mucho interés, se parecía demasiado a la antigua Constitución que un día firmo en el despacho cargado de tabaco de aquel tipo del club al que llamaban Rey.

Firmó aprisa, todo sería mejor que seguir en la calle una noche más, aguantando a niñatos borrachos, viejos verdes sin blanca y mujeronas de falsa moral que la miraban por encima del hombro.

Firmó el Estatut y no hubo marcha atrás. No se sintió ni mejor ni peor en esos instantes, aunque pasado un tiempo se dio cuenta de que todo era un camelo, de que seguía en la misma esquina, pero sus socios catalanes cada vez se llevaban más beneficio. Intentó anunciarse secretamente en la sección de contactos de los periódicos para sacarse un beneficio extra y poder así comer, poder librarse por unos instantes de sus chulos de Barcelona.

Todo fue inútil, los catalanes tenían muchos contactos en los medios y por haber intentado engañarlos se llevó una buena paliza ante la mirada impávida de José Luis, el chulo de León.

José Luis había prometido a sus amigos catalanes no tocar ni una coma del Estatut, pues a él le importaba un ardite Democracia. La podían prostituir todo lo que quisieran, avasallarla, hacerla su esclava si lo deseaban. Era su concepto del mundo.

Democracia veía los carteles del metro, esos que hablan de mujeres maltratadas y se decidió un día a recurrir a la Justicia, a uno de esos tribunales especiales que dicen si un contrato es válido o no.

Todo fue en vano, Democracia se pasaba muchas tardes por el juzgado y las cosas seguían igual, nadie le decía nada, no había unanimidad en si el dichoso Estatut que la prostituía era o no era legal y si cumplía o dejaba de cumplir los mínimos que marca la legislación.

Pasaban los años y Democracia seguía en su esquina, pagando los caprichos de sus chulos, que decían a todos para justificar la situación de la mujer que aquello era normal, que si Democracia había pasado ya tantos años en la esquina con el Estatut en vigor, ni jueces ni partes podían ahora venir con milongas de que aquello no estaba bien. ¿Si algo funciona para qué tocarlo?

Los periódicos que controlaban los chulos, una especie de folletines infectos pagados de su bolsillo desprestigiaban día y sí y día también a Democracia y presionaban sin escrúpulos a los jueces que debían decidir sobre el futuro de la muchacha y sobre sus condiciones laborales.

Democracia se moría de frío en su esquinita de Gran Vía, a lo lejos brillaba la luz de un restaurante. La chica muerta de aburrimiento y por eso de estirar un poco las piernas, se acercó a la cristalera del escaparate para ver lo que se cocía en su interior. Allí la gente se lo pasaba de lo lindo. Copas, trajes caros, cigarros puros y platos a rebosar se vislumbraban en las mesas desde la dura y helada acera de cemento.

Allí los vio a todos ellos, a José Luís, a los chulos catalanes, a los jueces que llevaban su caso y presidiendo la mesa al rey, a su antiguo jefe en el club.

Todos reían y hablaban con la boca llena, todos se regocijaban de su suerte y de su privilegiada posición.

Por las mejillas de Democracia resbaló suavemente una lágrima de amargura mientras volvía a su esquina a lucir su bolso rojo y su cuerpo ya marchitos.

En el interior del restaurante, todos brindaban satisfechos ¿a quién le podía importar la puta Democracia?