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martes, 19 de julio de 2011

¡¡¡Muerte al Autónomo!!!

            Dice un antiguo refrán de estas tierras que “La primera impresión es la que cuenta”. El problema es definir la primera impresión “¿de quién?”. Pues ante un mismo suceso, dos personas que lo analicen por primera vez pueden tener impresiones opuestas, entonces ¿cuál de los dos tiene esa primera impresión que realmente cuenta? Pues la verdad es que ambos. La realidad la marca la percepción del observador, y no se trata ya de una teoría física, sino de un hecho. Lo que para unos es algo bueno, para otros es algo malo. Lo que para unos es un hecho irrelevante, para otros es algo que marca un hito en la historia. 

            ¿A qué viene todo esto? Esta palabrería sin mucho sentido que inicia este post viene por la siguiente noticia que leí ayer: “Un autónomo declara 8.300 euros menos de media que un asalariado” en la cual se analiza (un poco por encima, eso sí) las diferencias que existen entre las declaraciones de la renta medias de un asalariado y de un autónomo. La primera impresión que me dio esta noticia fue algo así como: “estamos jodidos”. La primera impresión que tuvo el gobierno de esto fue algo así como: “están defraudando mucho, hay que cobrarles más”.


            Intentaré analizar este hecho desde mi propio punto de vista, es decir, desde el punto de vista de un autónomo con pocos conocimientos de economía pero con algunos conocimientos de la vida laboral real.

            A nivel general, un asalariado lo tiene difícil a la hora de defraudar al fisco, pues todo lo que gana “legalmente” está declarado, por lo que sólo puede intentar escapar a través de las desgravaciones que le permiten (y que a día de hoy cada vez son menos). Por el contrario el autónomo lo tiene más fácil pues casi toda su actividad se basa en acciones y hechos susceptibles de desgravación. Pero es que el mero hecho de desgravar algo no implica que sea fraude fiscal. Es cierto que muchos autónomos mezclan la vida privada con la vida laboral, pero no por ello son fraudes reales (aunque hacienda así lo vea), pues la mayoría de estos autónomos viven por y para su trabajo, de forma que poca diferencia hay entre vida privada y vida laboral… son autónomos, es decir, gente que cuando vuelven a sus casas, la mayor parte de las veces siguen con la mente en el trabajo y siguen trabajando. Algo que un empleado laboral no suele hacer.

            A nivel “global” también hay que decir que la mayoría de los autónomos no son esos “empresarios millonarios” que tanto se intenta hacer creer a la opinión pública. En realidad de esos hay muy pocos. Hay una gran diferencia entre un autónomo (es decir alguien que trabaja para sí mismo) y un directivo (alguien que trabaja para otro), tanto en sueldos (el segundo suele ser muy superior al del primero) como en posición real (el primero suele ser el dueño de una empresa pequeña, mientras que el segundo suele trabajar en una empresa muy grande). Pero el análisis de la noticia trata sobre autónomos, no sobre directivos.

            Cuando una empresa es pequeña, el que está al cargo es el propio autónomo, ya que es el dueño. Cuando una empresa es grande, no suele tener un dueño, sino muchos (accionistas), y un consejo de dirección, que son gente contratada para que lleven la empresa a buen puerto, pero que no son autónomos. Y aún en el caso de que la empresa sea grande y tenga un único dueño, esa persona ni tan siquiera suele estar dada de alta en el régimen de autónomos, sino en el de “personal de alta dirección” (y eso cuando son “más o menos” honrados y están dados de alta en este país… que lo normal es estar censado en Suiza o cualquier otro paraíso fiscal). De forma que cuando desde los medios de comunicación se habla de estas empresas, y de los empresarios, aún cuando se los equipara a los autónomos, la realidad es muy distinta. Nada tienen que ver los unos con los otros.

            Pero aún así el gobierno los sigue equiparando y sigue tratando al pequeño como si fuera grande (probablemente porque contra el grande no se atreve, y sigue necesitando a un “malo” al que echarle la culpa de todos sus errores). De forma que cuando sale una noticia como ésta, en la que se ve que la media (es decir, que habrá quién gane menos y habrá quién gane más, pero desde luego muchísimos más que ganan menos que los que ganan más) de beneficio es inferior al de un trabajador por cuenta ajena… la única conclusión a la que el ejecutivo es capaz de llegar, es que están defraudando. La única salida que el ejecutivo ve como válida es, subir impuestos a este colectivo y aumentar el gasto en perseguir el fraude fiscal.

            Desde mi punto de vista, un país ha llegado al colmo de los colmos cuando un autónomo gana menos que sus empleados.

            Y puede que estos datos estén “falseados”, en el sentido de que las posibilidades de desgravar de un trabajador por cuenta ajena son mínimas frente a las de un autónomo, y que si las obviamos es probable que la diferencia se ponga a favor del autónomo frente al empleado… pero no por mucho (yo más bien creo que se pondrían casi a la par), pero aún así siguen siendo diferencias muy significativas. Pues un trabajador por cuenta ajena no tiene que hacer frente a la inversión que es el negocio, no tiene que hacer frente a la responsabilidad que tiene un negocio, no tiene que hacer frente a los problemas que tiene un negocio… Un trabajador por cuenta ajena es alguien a quién se le paga por realizar un trabajo, y nada más. Un autónomo no es el que lleva las cuentas del negocio, sino que suele ser alguien que, además de llevar toda la gestión del negocio, también hace el mismo trabajo que el empleado (normalmente porque no le salen las cuentas y no puede contratar a nadie para que haga ese trabajo). Y decir que un empleado gana más que el empleador… es que algo no funciona.

            La política del gobierno es apretar más aún a los autónomos.

            La solución del gobierno es aumentar los impuestos a los autónomos

            La salida del gobierno es hacer desaparecer la figura del autónomo… puede que no lo vendan así, pero al final es lo que lograrán.

            Si la sensación en la calle es que un autónomo no sólo no gana más que un empleado, sino que aún encima está más puteado que estos, tiene menos derecho y más obligaciones… ¿quién va a montar un negocio en este país? Nadie se va a arriesgar a hacerse autónomo si no va a tener una posibilidad de obtener beneficios. Sin ese aliciente, NADIE jamás hará nada por hacerse autónomo. Y si no hay autónomos, no habrá empleados… pues mal que les pese a algunos, la mayoría de los contratos laborales en este país no son a grandes multinacionales, sino a autónomos… pues una gran multinacional contrata a 1.000 o 10.000 personas, frente a un autónomo con un negocio que vaya bien, que puede tener varias personas contratadas. Y la pregunta es, ¿cuántos autónomos hay en proporción a grandes empresas? Evidentemente en España una miseria… pero es que es normal visto el trato que se nos da a los autónomos. Somos el enemigo. Somos la escoria de la humanidad. Cuando a alguien se le pregunta, la respuesta es casi siempre la misma… “los empresarios son los que tienen la culpa de la crisis” (y se asocia a empresario con autónomo), “son unos cabrones que sólo piensan en el dinero”, “venderían a su madre por un plato de lentejas”… Al final se ha creado una ideología en la sociedad frente al autónomo de forma que aquellos que lo somos nos sentimos vilipendiados, los que quieren serlo se sienten intimidados y coaccionados para no serlo, y los que no lo son ya tienen un enemigo cercano a quién odiar.

            Cuando en un país un funcionario gana más que un contrato laboral, significa que el futuro del país está comprometido… que muchas cosas necesitan cambiar para llegar a un “futuro mejor” a corto plazo.

            Cuando en un país un autónomo gana menos que un contrato laboral, significa que el presente del país está comprometido… y que de cara al futuro a corto plazo no hay visos de solución, y muchas cosas hay que cambiar para llegar al “futuro mejor”, y sólo en el largo plazo.

            Si se dan ambas situaciones… es porque el presente está jodido y ya no hay ningún futuro posible, ni a corto ni a largo plazo… si las cosas siguen así.  Y lo peor de todo es que en España vivimos así. Y en lugar de hacer algo para remediarlo, aún se castiga más al autónomo por ser un “mentiroso”.

            Hace tiempo hice una entrada en la que decía que la mejor forma de acabar con el paro en este país era consiguiendo que cada parado se hiciese autónomo. Pero también decía que en un país como este, donde al autónomo se le perseguía en lugar de dársele oportunidades, mal iríamos. Y ahora lo repito.

            Si de verdad queremos acabar con el paro, si de verdad queremos que el país vaya hacia adelante, si de verdad queremos ser una sociedad rica y competitiva, hay que dejar de ver al autónomo como al enemigo. Hay que fomentar la idea del autónomo. Hay que potenciar al emprendedor. Hay que ayudar a que se creen empresas. Y la mejor forma de hacerlo es dejarse de tanta milonga populista, y empezar a bajar los impuestos. Que si la gente defrauda no es porque la gente sea malvada, sino porque la carga impositiva en este país es elevadísima.

            Aquí, cuando más se trabaja, cuando más se busca un futuro mejor, más palos se reciben por parte de la administración, más impuestos te cobran y más bajo en la pirámide social se está. Mientras esto no cambie… Ni presente, Ni futuro… sólo la ruina total.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Consignas

            Este domingo pasado, en la Plaza de la Quintana (Santiago de Compostela), había una manifestación en la que se gritaba una consigna que me hizo mucha gracia, no por la crispación que suscitó, sino por lo que significaba. La gente coreaba esa consigna mientras los mandatarios de la manifestación aclamaban y gritaban al viento, exigiendo lo imposible. Esto me hizo recordar aquella conocida frase de mayo del 68: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. La consigna venía a decir algo así como: “Que cada autónomo contrate a un parado”.

            El tema de la manifestación era el paro. Y la solución que proponían era precisamente lo que gritaban, que cada autónomo contratase a un parado pues así la cifra del paro se reduciría a la mitad.

            Antes de caer en la típica descalificación fácil (y totalmente pueril) a que estamos acostumbrados cuando se habla de los trabajadores y empresarios, buenos y malos, me gustaría analizar esa consigna en profundidad y ver cual sería la repercusión real de llevarla a término.

            En primer lugar decir que separar “trabajador” y “empresario” es muy sencillo en la teoría, pero no tanto en la práctica. Pues así como hace un siglo había una clara diferencia, tanto de clase social como económica, a día de hoy la mayoría de los “empresarios” son gente trabajadora, que dedica sus buenas horas semanales (normalmente muy superiores a la jornada laboral típica de un “trabajador”) y con una clase social y económica que no difiere demasiado de la del común de los “trabajadores”. Una cosa es el “gran empresario”, y otra muy distinta el “autónomo”. El primero es una especie en vías de extinción, pues las grandes empresas suelen estar controladas por un grupo de personas, suelen ser propiedad “anónima” y nada tienen que ver con los autónomos. Estos últimos suelen ser trabajadores que tienen la ventaja (en teoría) de ser sus propios jefes. Suelen trabajar muchas horas a cambio de una remuneración económica “suficiente”, suelen estar de deudas hasta el cuello y suelen tener que delegar ese exceso de trabajo en otras personas que no se preocuparán como ellos por el negocio (lógico… no es “su” negocio).

            Ahora hablemos de la consigna. Si cada autónomo contratase a un trabajador en paro, lo que tendríamos sería, evidentemente, una reducción de las listas de desempleo… al menos de forma temporal, pues a la larga posiblemente se duplicarían, pues si cada autónomo contratase a un trabajador que no necesitase y/o que no puede pagar, al final el trabajador volvería al paro, pero esta vez, acompañado de su jefe.

            Cuando un autónomo contrata a alguien es porque puede pagarlo y porque lo necesita. En caso contrario NO lo hará. Es absurdo pensar lo contrario. Si no puede pagarlo, ¿por qué demonios debería contratar a alguien? Y si no lo necesita ¿por qué demonios debería contratarlo?

            Entonces salen los típicos listillos de turno que hablan de las grandes facturaciones de los negocios. Y yo quisiera hacer una aclaración. Cuando se habla de facturación se está hablando del dinero que entra en ese negocio, pero no de lo que sale. Cuando un autónomo vende (factura) un millón de euros, eso no significa que ese autónomo gane un millón de euros (supongo que no le importaría… a mí tampoco, la verdad). Ese ingreso es sólo una parte de la ecuación. Hay que mirar cuánto sale. Pues un negocio que vaya bien puede llegar a ganar de ese millón tranquilamente la mitad, pero uno que vaya mal puede tener incluso pérdidas aún habiendo ingresado ese millón. Si un autónomo, una vez empieza a ver sus gastos (bancos, préstamos, proveedores, acreedores, clientes morosos, trabajadores, impuestos, etc.), ve que el negocio va bien, no tendrá problemas en contratar a alguien (después de todo un trabajador más significa menos trabajo para el autónomo, que podrá dedicarse a hacer crecer su negocio y por lo tanto ganar más). Pero, y no hace falta que el negocio vaya mal, si ve que no le compensa contratar a alguien (sea porque entre sueldos e impuestos sus beneficios disminuyen, sea porque no gana tanto como para pagar lo que cuesta tener otro trabajador, sea porque sinceramente no le hace falta más gente), pues NADIE es quién para obligarle a ello.

            El problema que tenemos en este país es que se suele identificar a un autónomo con un millonario chupasangres que ha robado para llegar a donde está. Y la verdad es muy diferente. La verdad es que la mayoría de los autónomos tienen problemas para llegar a fin de mes. La mayoría de los autónomos trabajan muchísimas más horas de las 40 semanales que se “suponen” normales. La mayoría de los autónomos tienen sueldos muy similares (e incluso inferiores) a los de los trabajadores que tanto protestan. Y aún así se les exige cada día más. Los autónomos están pagando impuestos por todo, hasta límites insospechados. Tal cantidad de impuestos que muchos de los parados que tenemos a día de hoy en España, antes fueron autónomos que, a causa de la elevadísima presión tributaria, tuvieron que abandonar sus trabajos (pues un autónomo es un trabajador, aunque muchos no quieran reconocerlo).

            Ya puestos a gritar consignas, podríamos probar con la siguiente: “Que cada parado se vuelva autónomo”. Así las listas del paro también se reducirían. Claro que habría que cambiar un poco la mentalidad de la gente en este país para que esto pudiese funcionar, pues ser autónomo exige mucho. También habría que cambiar la elevadísima presión fiscal que soportan los autónomos, pues en caso contrario pronto se volvería al nivel anterior de paro (o incluso se incrementaría). Habría que dar posibilidades a los préstamos bancarios para emprendedores. Habría que agilizar los trámites burocráticos exigidos para ser emprendedor…

            Habría que cambiar tantas cosas para que eso funcionase… pero aún así, la solución sería muchísimo mejor que la que proponían los exaltados del domingo. Aunque claro… es una solución que implica a las personas, que las involucra en la solución a través del trabajo individual y personal. Claro… si lo comparamos con la solución que proponían ellos, en la cual el trabajo siempre es de un tercero, en la cual siempre existe ese mismo tercero a quién echarle la culpa si las cosas salen mal, y en la que los que gritan y exigen nunca se manchan las manos… como que no compensa (al menos a ellos no).

            La gente deberá empezar a pensar un poco por sí misma. Pensar en su futuro individual. Pensar en las distintas posibilidades de trabajo. Analizar si compensa o no ser un autónomo. Si ven que compensa serlo, pues que caminen en esa dirección. Si ven que no compensa serlo… pues que dejen de exigirle a los demás, lo que ellos mismos no desean para sí.