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viernes, 15 de abril de 2011

Susana y el capitalismo

Susana es una chica estupenda. Es divertida, simpática, inteligente y atractiva. Es la mujer de uno de mis mejores amigos. Viven en un pisito muy cuco, encima de un badulake. Y tienen una hija maravillosa, que se llama Lola. Una Lola que mola, no como la de Cicatriz. Ni como la de Los Suaves. Nada tiene que ver con la de The Kinks. Es una Lola genial. Como su mamá y como su papá, que se llama Ricardo y es mi amigo desde hace más de 20 años. 

The Kinks
Ricardo cumple años dos días antes que yo. Y solemos hacer algo conjuntamente. Este año se me fue la pinza. Así que Susana compró un cochinillo e invitó a gintonics en la terraza de casa. Ellos se encargaron de todo. Y allá que nos fuimos. Y nos tomamos una copa de más. Hubo muchas conversaciones. Pero en una de ellas, Susana me espetó que el capitalismo había fracasado. Plas, en tolcielolaboca. Chica, no puede ser. ¿Cómo puede fracasar algo que jamás se ha puesto en práctica? El capitalismo no existe a día de hoy. Y es fácil de demostrar. 

Si vas a la RAE hay una definición, algo escueta. Pero en Wikipedia viene esto:

"El capitalismo es el orden social que resulta de la libertad económica en la disposición y usufructo de la propiedad privada sobre el capital como herramienta de producción.[1]
En el capitalismo los individuos y las empresas llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes o de servicios en forma libre dentro de la división del trabajo, con el propósito necesario del beneficio monetario para la obtención de recursos en función de cualquier orden de fines dentro del marco de una cooperación mediatizada por el mercado.[2] La distribución, la producción y los precios de los bienes y servicios son determinados por el libre mercado, la oferta y la demanda entre productores y consumidores."

Me quedo con al última frase. Es la clave. Y pongo dos ejemplos, para demostrar que no hay capitalismo como aquí se describe, por cierto, bien descrito.

Primer ejemplo. Si yo quiero comprar dinero, a través de un préstamo, por ejemplo, pago un interés , eruibor más algo, a modo de precio. Y ese interés viene fijado en España por el Banco Central Europeo, que depende de la UE, que depende de los Gobiernos de la UE. Es decir, el precio del dinero depende de los gobiernos. Ni del mercado, ni de la oferta, ni de la demanda. El euribor lo fijan los gobiernos, intervienen en su precio.

Segundo ejemplo. Aún más claro. Bien a comprar: Energía. Aquí la mano del gobierno de turno es más que clara. Todos los años saca un decreto por el que se establece el precio de la luz. Y todas las industrias necesitan energía, en mayor o menor medida. Todos la necesitamos. Nuestro día a día está intervenido por el gobierno de turno, por el estado.

Dinero y energía son precios intervenidos y están en la base, en el fondo, de cualquier intercambio de bienes o servicios. No hay capitalismo, que determina el precio por el mecardo, la oferta y la demanda. Hay un intervencionismo, evidente, del precio de las cosas. Socialismo, de izquierdas o de derechas. Pero socialismo.

Yo, como capitalista convencido, puedo estár equivocado, y que resulte que el capitalismo sea un fracaso. El intervencionismo lo es. Certificado a día de hoy. Todo el mundo dice que el sistema actual está agotado. Que los oligopolios empresariales influyan como si fueran gobiernos, con tanto o más poder, también es un fracaso. Eso no es capitalismo por mucho que se confundan las cosas. Y es que el capitalismo, a día de hoy, no está probado.

Puede que me equivoque y le esté tirando los trastos a un travesti, pero desde luego, creo saber lo que hago, yo quiero a mi Lola, sea lo que sea. Mucho lo he meditado, tú, sin embargo, dices que no te gusta mi Lola,  EL-OH-EL-EY, Lola, ¿cómo lo sabes, si no lo has probado?

P.D.1.: Y quedan más ejemplos, como los impuestos al consumo de ciertos bienes o servicios, la competencia desleal del gobierno a través de sus empresas públicas, etc, etc.

Comentarios Otomanos

lunes, 28 de diciembre de 2009

La resurrección de Ayn Rand

"Es un pecado escribir esto. Es un pecado pensar palabras que otros no piensan y ponerlas en un papel que otros no ven. No hay transgresión más siniestra que actuar o pensar a solas. La ley dice que nadie puede estar solo, pues ésa es la gran transgresión, la raíz de todo mal". Son palabras del principio de Himno (1937), fábula futurista de Ayn Rand. El héroe que así habla, sin nombre, sólo un número, comete otro delito aborrecible: gasta luz, no para trabajar en provecho de todos sino escribiendo únicamente para sí. Rand, novelista y filósofa anticolectivista, estrella intelectual de la radiotelevisión estadounidense en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, aún sirve de guía espiritual al viejo caudillo financiero Alan Greenspan, y está de moda en el siglo XXI, proyectil ultraconservador contra el presidente Obama.

Rusa de San Petersburgo, Alissa Zinovievna Rosenbaum (1905-1982) nació en una familia judía no practicante. La revolución bolchevique arruinó al padre, farmacéutico, y Alissa conoció personalmente los efectos prácticos del comunismo: miseria, caos callejero, policía secreta, sustitución de la intimidad por la intimidación, purgas, redadas, deportaciones, ejecuciones y suicidios. Estudió pedagogía social en su ciudad, que ya se llamaba Petrogrado y pronto sería Leningrado. Explicaba los crímenes del zarismo, guía turística en la fortaleza de Pedro y Pablo, pero pensaba en Estados Unidos. En las películas de Hollywood había descubierto el horizonte de Nueva York, y le parecía la plasmación más alta de la potencia humana. En el invierno de 1926 estaba en Chicago. Llegó a la industria del cine. Cambió de nombre. Fue extra, guionista, autora de novelas antisoviéticas y sentimentales que la Italia de Mussolini convertiría en películas.

Pero también existía el mal en América: Roosevelt y su New Deal, la amenaza del Estado social, los izquierdistas, la palabrería en torno al bien común. Eso era esencialmente el comunismo: la aniquilación de lo puramente individual, de la vida privada, la privacy, palabra para la que no existe equivalente exacto en ruso, decía Rand, como tampoco existe en español. El interés de uno mismo por uno mismo y su felicidad es lo único indiscutible, moral y razonable. La razón significa individualismo, que es capitalismo, y a los Estados Unidos los hunde el peso del Gobierno, la intromisión estatal, los impuestos y los servicios sociales. Americana por elección y convicción, Rand se proclamaba abogada del egoísmo ilustrado y racional. "¿Por qué nos enseñan que lo malo y lo fácil es hacer lo que uno quiere, que debemos disciplinarnos? Lo más difícil del mundo es hacer lo que uno quiere", escribía.

Tenía, sin embargo, una mentalidad soviética en cuestiones de literatura. Sus novelas son didácticas. Sus superhéroes son doctrinarios. Practicaba un realismo capitalista, paralelo al realismo socialista. Si en la URSS los valientes eran obreros metalúrgicos o campesinos colectivizadores, en el mundo de Rand se encarnaban en arquitectos de vanguardia e industriales, inventores de máquinas, siempre egoístas monumentales, de piedra o hierro, pura fuerza creadora, sin contradicciones ni conflictos interiores, capaces de montar, como pedían los estalinistas, rebeliones y organizaciones clandestinas: una huelga mundial de empresarios, que, ante el intervencionismo corrupto-caritativo del Gobierno, abandonan sus negocios y paran el motor del mundo. Pero el universo de Rand no se divide en clases, como querrían los marxistas, sino en individuos creadores, productores de riqueza, contra saqueadores y parásitos, gente de segunda mano. El hombre de la inteligencia se enfrenta a las masas, millones de almas insulsas, marchitas, pasivas, sin voluntad, ideas ni sueños propios, que "comen, duermen y mastican impotentes las ideas que otros ponen en sus cerebros". Hay una prueba del estado real de las masas: compraban los libros de Rand. Iban a ver El manantial, la película de King Vidor en 1949, con Gary Cooper y Patricia Neal, sobre el primer novelón de Rand, que publicó en España Planeta en 1954, traducido por Luis de Paola.

Vencido el comunismo, la obra de Ayn Rand no ha sido embalsamada en una biblioteca: hoy es el arma viva con la que los conservadores extremos atacan a Obama, nuevo e inverosímil peón del socialismo. Vuelven la fe y el fervor de los años cincuenta y sesenta, cuando el culto a Rand conquistaba discípulos entre la juventud, y la papisa se multiplicaba en giras, charlas, fiestas, cenas en la Casa Blanca, viajes, cursos para aprender a vivir en los que nacería la vigente superstición de la autoestima, polemista encendida por un impulso bíblico, anfetamínico. Le dedicaron un sello de correos de 33 centavos en el que aparece sobre rascacielos como una estrella de los años treinta. Se coronaba con diademas con el signo del dólar. "El dólar es el colofón de la filosofía", sentenció. Un gran dólar de flores presidía sus funerales. Murió de cáncer de pulmón. La lumbre del cigarrillo era el reflejo de la chispa que arde en la mente creadora, o así lo vio uno de sus héroes, cuando Estados Unidos propagaba cinematográfica e internacionalmente el tabaco. Grito Sagrado se llama la editorial argentina que publica hoy a Ayn Rand en el mundo hispánico.

[*] Justo Navarro, El País (27 de diciembre de 2009).
[**] Las palabras en negrita han sido resaltadas por mi.


Publicado originalmente en humano sin sentido