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lunes, 30 de abril de 2012

MACHACAR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN





Uno de los principales males que aquejan a las democracias es el control perverso de los medios de comunicación por parte de los partidos políticos, sobre todo de aquellos que gobiernan una nación o una parte de su territorio.

El control de los medios de comunicación, no sólo pretende reducir las críticas al gobierno de turno, sino que va más allá: Ejercer la ingeniería social.

Al igual que en los regímenes totalitarios, en las democracias débiles ese control de los medios de comunicación  pretende modificar la sociedad. El veneno del despotismo se suministra a través de miles de horas de programación cuyo fin es alienar, manipular, adoctrinar y alterar las mentes de los ciudadanos, sus escalas de valores y principios morales. El objetivo es construir una sociedad de ciudadanos acríticos, apesebrados, mansos y amantes de “Papá Estado”.

Si Montesquieu tuviera que formular hoy la teoría de la separación de poderes, además de los tres poderes clásicos, hubiera tenido en cuenta un cuarto: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Mediático. La realidad es que en el siglo XXI el poder de los medios de comunicación constituye un pilar fundamental de acceso al poder político y de control mental de la ciudadanía.

Recuerdo las palabras de Rosa Regàs,  la que fue directora de la Biblioteca Nacional de España. Me refiero a esa escritora que representa perfectamente el prototipo de intelectual  socialista que sólo excreta  iniquidad y sectarismo. Esta mujer entendía el  periodismo como una máquina para alimentar a las masas, hambrientas de guía, desconcertadas, indefensas ante la presencia de otras formas de entender la vida que no fuera el pseudoprogresismo liberticida.

Para tipas como Rosa Regás su ideología sectaria, rancia y casposa lo es todo y por eso hay que, por cojones o por ovarios,  metérsela en la cabeza a todo ser  humano, ya sea a través del cine, los medios de comunicación o en las aulas. Todos deben ser  conformados y moldeados al servicio del sueño socialista; más bien,  pesadilla, diría yo.

Liberticidas como Rosa Regás anhelan un modelo de sociedad  en que se adoctrina y alimenta al "pueblo" a base de consignas, basadas en la irreflexión, la falta de raciocinio,  el odio y la envidia. Se trata de afianzar la representación paternalista, intervencionista y colectivista que tiene la pseudoprogresía de la sociedad. Todo lo contrario a lo que  los liberales entendemos como sociedad, es decir, esa compleja y amplia red de relaciones interpersonales creada por individuos libres, interdependientes, solidarios, soberanos,  emprendedores, responsables, dueños de su vida y de su destino.

Todos sabemos que la televisión y la radio siempre han tenido una gran importancia en el esquema propagandístico de los socialistas; y en menor medida la prensa escrita, puesto que sus lanares seguidores suelen tener poca afición a la lectura. Un esquema propagandístico en el que más que ideas lo que se transmiten son emociones y prejuicios adquiridos. “La gente vota sentimientos conocidos y arraigados, no argumentos" como claramente afirmó en su blog, el socialista español Jordi Sevilla.

Os invito a que visionéis  el video siguiente, titulado   ”Socialismo: la máquina de crear pobres” . Fijaos  en Chávez, de cómo afirmaba, para engatusar a los ciudadanos venezolanos, que iba a respetar la pluralidad de medios de comunicación;  sin embargo ha cerrado televisiones privadas y revocado licencias de centenares de emisoras de radio; en todos los casos, por mostrar discrepancias con su sueño de dictadura comunista venezolana.




Para Hugo Chávez no fue suficiente obligar a todas las emisoras de radio y televisión de Venezuela a transmitir en cadena nacional, durante miles de horas, sus inacabables y tediosos discursos, sus zafiedades y malos chascarrillos. Tampoco ha sido suficiente poseer un ingente número de canales de propaganda oficial: VTV, Vive, ANTV, TVES y Telesur, centenares de periódicos, decenas de televisiones y centenares de estaciones de radio.

Todo eso no fue suficiente, incluso su idea era meter preso a todo aquel que se atreviera a informar u opinar algo que le desagradara. A Chávez, como buen socialista,  le ha fascinado siempre la figura de "delito mediático" con la finalidad de "regular la libertad de expresión", metiendo entre rejas a todo periodista díscolo, los cuales ya estaban sometidos a las permanentes amenazas y extorsiones del Estado así como de los violentos grupúsculos pseudobolivarianos.

A  los liberticidas como Hugo Chávez, el de Venezuela; o como Manuel Chávez, el de Andalucía (España),  nunca les ha interesado que la ciudadanía se informe de los mangoneos políticos, del aparatoso descalabro de su gestión económica, del incremento del desempleo, de la escasez de artículos de primera necesidad. Los tipos como Chávez/Chaves  intentan crear nuevos súbditos, destruyendo su legítimo derecho a conocer lo que está sucediendo en su tierra y la forma en que el socialismo del siglo XXI está destruyendo su futuro.

La diferencia entre el régimen del Chaves andaluz, hoy continuado por su pupilo Griñán con la compañía de los comunistas de Marinaleda;  y el de Chávez venezolano, es sólo de grado. En lo sustancial comparten de forma rotunda el mismo fin.

Otro liberticida,  el que fue consejero socialista en Andalucía, Enrique Linde; afirmó lo siguiente, con respecto al reparto de licencias de radio: “Tampoco veo tan mal que diez emisoras se hayan dado a personas que tienen un planteamiento ideológico de izquierdas, por ejemplo…Por el espectro sociológico de Andalucía parece que la medida se hubiera quedado corta, porque realmente personas que estén próximas a la órbita de lo que representa el Partido Socialista parece que proporcionalmente hay mucha más”  ( Diario de Sesiones, Parlamento de Andalucía, 18 de diciembre de 1985, página 5323). O sea, a más votos más emisoras, confundiendo la mayoría política, que en una democracia sana es siempre efímera y respetuosa con las reglas del juego, con una mayoría de poder que modifica a su antojo dichas reglas para apuntalar un poder exclusivo y vitalicio en el seno mismo de las estructuras democráticas.


Está claro que  en toda verdadera democracia, en la que rige la separación de poderes y el Estado de Derecho, la existencia de medios de comunicación críticos con el gobierno se considera una expresión de pluralismo y todos los poderes públicos deben velar por preservar ese pluralismo en beneficio de todo el sistema. Parece que en una parte de España, denominada Andalucía y que pretende convertirse en la “Cuba revolucionaria europea”, les incomoda  sobremanera que algo así suceda. He aquí la prueba:










Volviendo a  Montesquieu. El mayor peligro para la Libertad es la concentración absoluta del poder en forma de despóticas monarquías absolutas o de regímenes totalitarios, por eso es tan necesaria la separación de los poderes del Estado. Sin la separación de poderes  no es posible sistema democrático alguno.

Actualmente la separación de poderes entre el legislativo, judicial y ejecutivo no es suficiente  para garantizar el equilibrio entre poderes y su consiguiente garantía de los derechos del individuo. Un nuevo poder, el  de los medios de comunicación, está adulterando el espíritu democrático hasta reducirlo a una mueca formal, incapaz de mejorar la libertad y la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Hoy ninguna fuerza política puede ostentar el poder o ganar unas elecciones, aunque las encuestas estén en contra como ha sucedido en Andalucía (España),  sin el patrocinio de los medios de comunicación. Más allá de la bondad o maldad del mensaje político, sólo existe lo que sale en la televisión o se escucha en la radio. Controlar la maquinaria mediática es fundamental. Dominar los medios de comunicación para la casta política es tan vital, como el control del armamento en un conflicto bélico.

A continuación,  os dejo unos vídeos que realicé hace tiempo,  anunciando que la Libertad de Expresión tenía los días contados en España.


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ENTRADAS RELACIONADAS:



http://lodicecincinato.blogspot.com/2009/08/puterio-periodistico.html

 








sábado, 25 de junio de 2011

El perverso neomarxismo gramsciniano


Las nuevas artimañas de los liberticidas están encaminadas a ganarse el imaginario social. Están orientadas a la transformación de la conciencia política y cultural, sustituyendo la visión del mundo tradicional por un neomarxismo pseudodemócrata y relativista como paso previo e imprescindible para la creación del nuevo orden socialista del siglo XXI.


Ya lo dijo el demagogo Antonio Gramsci: “Es necesario primero transformar radicalmente el alma humana para que el poder caiga en manos de la izquierda, como fruta madura”.

Los socialistas han comprendido que su añorada revolución de trincheras no podía funcionar en el siglo XXI, entre otras cosas, porque la calidad de vida en el mundo ha mejorado. Existe menos miseria que en el pasado gracias a que la libertad y el mercado libre se abren camino rápidamente debido a la globalización; sin perjuicio de que la ciudadanía, con un simple “clik” de ratón, tiene a su alcance toda la información. Ahora, a diferencia de tiempos pasados, es más difícil de engañar al populacho.

Es complicado empujar a las masas a la “lucha final” por una perversa causa revolucionaria cuando la mayoría de los ciudadanos viven bien y no puedes utilizar la ignorancia y la miseria para manipularles. También es una ardua labor recurrir a la demagogia cuando la gente dispone de pluralismo de opinión no controlada por el poder, como la que te facilita internet.

Para combatir esto, los liberticidas tienden a infiltrarse en el sistema, corromperlo desde dentro y dar un vuelco social sin que nadie lo perciba, salvo tipos asilvestrados como yo y los que siguen ésta bitácora, que vamos por delante de ellos.

Esa maldita tarea subversiva y corrupta la protagonizan fundamentalmente los "intelectuales orgánicos" del nuevo socialismo. Me refiero a esos subvencionados titiriteros vociferantes de la pseudocultura de la “pasta” y a esos mercenarios lameculos de los medios de comunicación que pisotean sin piedad el honorable oficio de periodista. Oficio que consiste básicamente en la búsqueda de conocimiento y la transmisión veraz de la información. Algo fundamental para que los ciudadanos que viven en las verdaderas democracias puedan orientarse.

En el aspecto económico el hediondo y obsoleto keynesianismo ha cumplido a la perfección la tarea liberticida.

Los neomarxistas tienen la imperante necesidad de subvertir el sistema de valores tradicionales basados en el respeto, el esfuerzo y la excelencia; como elemento previo e imprescindible para el éxito de su ideal socialista. Ellos pretenden erosionar las bases de nuestro sistema de vida y hacer posible su sueño totalitario en el que la familia, el derecho a nacer y vivir la senectud, la propiedad privada y la moralidad acaben siendo vestigios del pasado. Ellos necesitan ganar para su pérfida causa al sector intelectual, al religioso, al cultural, al educativo, o sea, a los sectores con más dinamismo de ideas; todo con el propósito de asegurarse que, en varias generaciones, se transforme de forma radical el esquema social dominante que tanto progreso y desarrollo ha traído a los países más prósperos y libres.

Ellos se empeñan en infundir en los jóvenes el odio al tradicional sistema de valores, la moda de la contracultura, el pacifismo rosa, el ecologismo engañabobos, el estúpido antiamericanismo, la imposible alianza de civilizaciones, el falso buenismo y demás gilipolleces encuadradas en lo políticamente correcto.

Actualmente los nuevos liberticidas coinciden plenamente con los propósitos del marxismo del siglo pasado, que se basan en la creación de una nueva sociedad moldeada según los criterios de la ingeniería social. Lo único en lo que difieren de los viejos socialistas es en la forma de conseguir tales objetivos, sin ser ya necesario recurrir al AK-47, ¡por ahora!.

Los liberticidas tienen una necesidad imperiosa de conquistar la hegemonía cultural antes de intentar acabar completamente con la Libertad del individuo; de contaminar las fuentes de formación e información de los ciudadanos; de revolucionar sus costumbres; de ostentar el dominio ideológico en la escuela, universidades y medios de comunicación; de sentar las bases para el acceso al poder mediante la demolición de las creencias, de las referencias éticas y los códigos morales.

Los liberticidas del siglo XXI únicamente pretenden hacer realidad la doctrina de Gramsci y Lukács, esos marxistas que idearon el “terrorismo cultural”, es decir, la necesidad de llevar la lucha de clases al campo de la cultura de masas.

Sin embargo, aparte de un puñado de anarcoliberales asilvestrados como yo, siempre han tenido un significativo rival milenario y consolidado, que no es perfecto, pero que muchas de sus buenas obras garantizan su continuidad futura. Ese rival es la Iglesia católica. Por eso, siempre han combatido a muerte las creencias religiosas cristianas incluso llevándose por delante a inocentes monjitas; por eso deben infiltrarse también en la propia Iglesia.

Existe un precedente. Es lo que sucedió con la denominada "Teología de la Liberación" en la que prevalecía la defensa del socialismo. Esta teoría fue promulgada por los jesuitas, sobre todo en Latinoamérica, empujando a los católicos a abrazar el marxismo-leninismo. El invento consistía en una particular doctrina que reuniera a los grupos de base y a los movimientos clericales contestatarios con la idea de crear una nueva Iglesia que defendiera a los más humildes, a la vez que destruyera a la vieja jerarquía entregada a ese denostado capitalismo que tanto odian los liberticidas, sobre todo por haber sido la economía de mercado capaz de sacar de la miseria a millones de seres humanos sin necesidad de socialismo. Y en eso están.

Pero también parte de la iglesia tiene mucha culpa de que los liberticidas cumplan su objetivo. Sobre todo esa iglesia casposa que echa a patadas de sus “ondas” a comunicadores honestos y de principios sólo por querer más Libertad para la ciudadanía y menos Estado intervensionista, siempre en manos de los parásitos de la política.

Por esto, estimados seguidores de esta humilde bitácora, os vuelvo a recordar que actualmente la batalla para defender vuestras libertades se libra en el terreno de la opinión pública.

Ganar la opinión pública exige, por una parte, una crítica incisiva y veraz del poder totalitario enmascarado en la democracia, y por otra, una alternativa capaz de atraer a la mayoría de la ciudadanía, hacerla recapacitar y motivarla para que reflexionen; liberándose del sueño anestésico perverso al que ha sido sometida por esa caterva de políticos populistas liberticidas gramscinianos.