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martes, 15 de febrero de 2011

Suma y Sigue...

              Leo en la prensa de ayer que Mariano Rajoy dice que cuando llegue a la presidencia del gobierno no sólo va a mantener el Catálogo Gallego por todos los medios posibles (incluyendo, asumo, el no hacer caso de lo que diga el Tribunal Constitucional, que está pendiente… para que luego hablen del Estatuto Catalán), sino que además va a instaurarlo en el resto de las autonomías.

              Al margen de mi opinión personal sobre el tema (de sobra conocida por todos) esto es exactamente lo mismo que ha hecho Feijoo en Galicia. Impone algo que no tiene competencia para hacer. Pues Rajoy impondrá algo que no tendrá competencia para hacer.

              Ya lo he comentado otras veces. En un Estado Central, el que “manda, ordena y hace saber” es uno, y tiene autoridad para ello. En un Estado Federal, cada región tendrá a su propio mandatario y no podrá inmiscuirse en las políticas de los demás. En un Estado como el español, nadie sabe a qué atenerse.

              La Sanidad Española hace aguas por todos lados. Y nos venden ese hecho como que es culpa de las farmacias y de los enfermos. Pero al mismo tiempo nos venden el hecho de que la Sanidad Española es la “más mejor” del “mundo mundial”… Si lo analizamos en frío nos damos cuenta de la inteligencia que demuestran los políticos en este tema. Tenemos la mejor sanidad del mundo, y así seguirá siendo siempre que la gente no se ponga enferma y las farmacias no cobren.

              Apaga y vámonos…

              Así hasta yo monto una empresa fantástica de lo que sea. Sólo tengo que decir que es la mejor empresa del mundo (da igual de lo que sea), o lo sería si tuviera clientes y me pagasen. O también que es la mejor empresa del mundo, o lo sería si los clientes no me exigiesen nada a cambio de su dinero (en realidad mejor sería que no me “pudiesen” exigir nada). Aunque la verdad es que veo que la idea no va a funcionar… ya existe… se llama “papacito Estado”. Un ente superior que hace lo que quiere sin rendirle cuentas a nadie, que exige unos pagos a sus “clientes”, pero sin darles nada a cambio… y aún encima usa a esos mismos “clientes” como chivos expiatorios para todos los errores que pueda haber cometido (y que cometerá en el futuro).

              Aquí dejo un gráfico que me encantó. Es una imagen que muestra en qué se gasta nuestro dinero (y sí, es nuestro pues los ciudadanos somos los que lo hemos pagado). Id pasando el cursor por los distintos circulitos y veréis en qué se gasta “papacito Estado” nuestros ahorros. Seguro que pensabais que la “Más Mejor Sanidad del Mundo Mundial” costaría más dinero, ¿verdad? Y luego resulta que es una de las partidas que menos euros recibe. La mitad que el gasto en el Defensa… el doble que Educación… pero también diez veces menos que el gasto en “Asuntos Económicos”… y suma y sigue.

              Con esto ya tenemos una idea clara de lo que significa la manipulación política. Dicen que las cosas van mal… que lo que ellos hacen siempre es lo mejor de lo mejor… pero que falta dinero. Y luego usan del presupuesto general una miseria… así ya tienen la escusa perfecta para cobrar más por otras causas (eso sí, lo que cobren lo usarán en otras partidas… no sea que se acabe el chollo).

              El Catálogo Gallego es un absurdo político, farmacéutico y médico. La razón que esgrimió el gobierno autonómico para ponerlo en práctica fue el ahorro. Un ahorro “sesgado” ya que lo que se ganó por un lado, se perdió por otro (y mucho más de lo que se gana). Ese ahorro es falso en otro sentido. Resulta que todos los años los medicamentos tienen que bajar de precio por ley. Normalmente era el uno de mayo (una bajada anual). El año pasado hubo tres bajadas y este año se prevén otras tantas.  Es más, la primera bajada será en unos días, el uno de marzo concretamente. Resulta que en esa bajada los medicamentos que el gobierno gallego catalogó como muy caros y por lo tanto excluidos del Catálogo, pasan a estar ya entre los más baratos de todos… pero eso no significa nada para el gobierno gallego, ya que si fueron excluidos, ahora, aún cuando son igual o incluso más baratos que los incluidos, seguirán sin ser financiados, y eso demuestra que el ahorro no les importa lo más mínimo… sólo buscan medidas populistas que “vender” y así ganar votos.

              Este Catálogo también trajo consigo una serie de cosillas más, al margen de la visión económica, que ahora paso a relatar:

1.        Los enfermos perdieron la estabilidad que les otorgaba su medicación habitual. En el caso de pacientes con enfermedades agudas, el cambio de un medicamento por otro era de una importancia muy subjetiva, y casi inapreciable; pero en el caso de los enfermos crónicos (la mayoría), el cambio de un medicamento por otro puede ser muy grave o ser inocuo, pero eso lo determina un médico, no un político. Y si en lugar de ser un medicamento, son varios… la gravedad se multiplica.
2.        Los enfermos se quedaron en muchos casos sin poder seguir una medicación estable, y no por el cambio, sino por los problemas de desabastecimiento que ocasionó la medida (aunque el gobierno se haya dedicado en cuerpo y alma a asegurar que no hay problemas y todo va como la seda). Ahora mismo yo, por poner un ejemplo, llevo más de 5 días sin poder abastecerme de Pantoprazol 20mg, pues las marcas que lo fabrican (y que entran en el Catálogo) no dan abasto con ello y ahora mismo los distribuidores no tienen en stock nada. El lercanidipino estuvo en faltas en enero durante 15 días, hasta que la casa que lo fabrica pudo por fin aumentar su producción. Y como estos dos muchos más.
3.        Las farmacias se están viendo con el agua al cuello en muchos casos pues así como a ellas se les exige un cumplimiento exacto en los pagos, su cliente (por obligación legal) demora los pagos a su antojo (y que no se nos ocurra reclamar, qué aún nos caerán más palos), con los consiguientes desajustes contables (e intereses en préstamos añadidos). Además de encontrarse con stock de medicamentos en el almacén que ahí se quedarán hasta que caduquen.
4.        Los médicos se encuentran también con grandes problemas en las prescripciones, pues el IANUS (la base de datos de medicamentos del SERGAS) se ha modificado para adecuarse al catálogo con un código de colores muy confuso, pues mezclan las prohibiciones del catálogo (rojo) con los “stop” (también en rojo… estos últimos son aquellos medicamentos que por algún motivo recomiendan precaución y control en su dispensación, pero no han sido excluidos del catálogo). Así como también tienen problemas para poder prescribir medicación a aquellos pacientes complejos que necesitan un cuidado especial, ya que muchas veces el cambio de medicamentos puede ocasionar más mal que bien, y hay muchos medicamentos muy complejos que han sido retirados del catálogo.

              Voy a poner un caso, que algunos dirán innecesario, otros dirán exagerado y otros dirán indemostrable. Y la verdad es que sólo los últimos tienen la razón, pues es indemostrable, pero no por ello exagerado o innecesario, ya que la medicina se basa precisamente en la búsqueda de todos esos pequeños problemas que “puedan” provenir de la medicación, pues a partir de ellos es cuando aumenta la investigación y se demuestran dichos problemas. Si hacemos oídos sordos a todos estos, en realidad lo que estamos haciendo es quitarle importancia a algo que puede ser muy grave. Este es el caso de una señora de mi pueblo, paciente mía, de edad avanzada y polimedicada, a la que llamaré señora X.

              Esta señora X, de 85 años, falleció el jueves pasado (la noche del jueves al viernes) por causas desconocidas, si bien se achacó esta muerte a su edad, con gran posibilidad de un trombo cerebral, ya que una noche estaba bien (dentro de sus achaques y problemas) y a la mañana siguiente estaba muerta. Lo que se conoce como muerte fulminante. No ha habido autopsia ni ningún tipo de investigación (para casos como este no es necesario). Y la verdad es que en cualquier caso similar yo mismo diría que no es necesario. Pero este caso, al ser conocido por mí como farmacéutico, me hace preguntar un par de detalles. Esta señora durante mucho tiempo estuvo tomando Iscover (un antitrombótico) y que con lo del catálogo se le cambió a Clopidogrel (el genérico). Y resulta que después de unos días con este nuevo medicamento la señora muere, y se presupone un trombo cerebral.

              Puede que no haya relación entre ambos hechos. Puede que hubiera pasado lo mismo de seguir con el medicamento anterior. No niego ninguna de las dos posibilidades. Pero también puede que este trombo sea debido al cambio de medicación. También puede que estemos ante un efecto secundario de la medicación (los genéricos no pasan los controles que pasan los medicamentos de marca, ni los estudios previos… simplemente copian la molécula y “tiran pa’lante”, asumiendo que su medicación será igual que la otra, con los mismos efectos, tanto beneficiosos como perjudiciales). Como dirían en mi tierra: “Ni sí, ni no, ni todo lo contrario”.

              Y supongo que como este caso habrá muchísimos más, en los que no hay demostración posible de nada, pero que queda la duda. Y si hay una muerte de por medio, pues mayor ahorro para las arcas del gobierno, se ahorra en medicación, se ahorra en pensión, se ahorra en hospitalización… todo son ahorros.

              Y otro caso más sangrante aún, pues así como el anterior es grave, no es demostrable ni asumible, mientras que éste sí lo es. Y lo digo porque ni sabía que pasaba hasta hace unos minutos que entró un señor en la farmacia con una receta de Stilnox para otro señor (ambos bien conocidos por aquí, del pueblo), y (tonto de mí) se me ocurre preguntarle qué es de la vida del otro, que hace tiempo que no viene por aquí, a lo que me responde que está en el hospital. Y claro, entonces me salta la alarma. El Stilnox es un psicótropo, un medicamento de control especial por parte de la farmacia, y que, ante cualquier duda tenemos la obligación de preguntar primero y no dispensar después. Así que me dispongo a la ronda de preguntas y respuestas. Y el resumen viene a ser algo así:

El señor al cual la receta se hizo está en el hospital, pero la medicación que le dan allí no le hace el mismo efecto que la que tomaba en su casa. De forma que desde el mismo hospital, ante el hecho de no tener esa medicación (no sé la causa, si es que no la piden, se les agotó, o se la fumaron), decide entregarle la cartilla sanitaria al familiar que se encuentra con él y decirle que vaya al médico de cabecera para que le haga una receta de esa medicación y que la coja en una farmacia de fuera del hospital, y luego se la lleve al hospital, se la entregue a enfermería y ya se encargan ellos de darle la medicina con la pauta señalada.

              Es decir… que aquí tenemos un gran problemón. Primero que el hospital se ha lavado las manos en el trato al paciente, tanto a nivel de medicamentos como a nivel de médicos. Así, ante cualquier problema, siempre pueden argüir que la culpa es del propio paciente por llevar medicación de fuera. Además se aumenta el “ahorro ficticio” del hospital al no tener necesidad de tener medicinas… ya las traen los propios enfermos (o sus familiares). También se pueden usar los datos del hospital para falsear los estudios estadísticos, pues si el hospital no gasta en medicamentos, sus médicos no emiten cierto tipo de recetas, y su farmacia hospitalaria sólo dispensa cierto tipo de medicación, pero luego los enfermos toman otros medicamentos y por lo tanto se cura igual… al final el estudio “demostrará” que esa política de ahorro es “buena”, que el medicamento que se da en el hospital, con menos uso hace el mismo efecto, etc.

              La política está para la mentira y el engaño, la manipulación y el control. Y en el tema sanitario esto es muy grave. Pues mientras la sanidad en España sea monopolio estatal, al margen de que eso signifique que es cara, lenta y mala, cuando un político habla de ella, asumiendo que nos miente, nos engaña, nos manipula y nos controla… pues vaya “cristo” que se tiene montado entonces. Según el cuadro inicial, el gasto en sanidad es patético en comparación con el gasto general, pero aún así, en lugar de reducir en otras partidas donde se podría reducir mucho más el gasto, se siguen reduciendo en aquellas en las que ya está demasiado ajustado todo, con la consiguiente pérdida de productividad, de efectividad y de calidad final (aún más, que ya es decir), mientras se aumentan en otras donde no tiene mucho sentido (gastos absurdos como el plan E, el aumento de plazas de funcionarios, etc.)


              Y mientras no hagamos nada para remediarlo, así nos irá.

viernes, 26 de marzo de 2010

Bueno para los republicanos, malo para Estados Unidos


En relación a la reforma sanitaria obamita, aprobada el domingo por la Cámara de Representantes por tres votos más de los necesarios, hay que volver a insistir en una cosa: a la mayoría de españoles y a bastante gente del resto de Europa les deja anonadados que haya quienes se opongan a la iniciativa del presidente Barack Obama, pensando que los norteamericanos son mayoritariamente personas caracterizadas por ser unos egoístas insolidarios que no se preocupan por la suerte de sus conciudadanos enfermos, dejados a su suerte sin cobertura médica estatal. Lógicamente, casi todos esos egoístas serían ultra-conservadores neoliberales y neocon, republicanos, claro, fanáticos de un capitalismo salvaje, de un darwinismo social, que deja en la cuneta a los más débiles sin abochornarse por ello. Izquierda y derecha europeas, altamente socialistas, socializantes e intervencionistas, creen, seguramente que el porcentaje de estadounidenses no asegurados se mueren irremisiblemente tirados por las calles de las mugrientas ciudades useñas, auténticas cochineras, ante la mirada impasible de sus conciudadanos más afortunados. Estos últimos, unos verdaderos inhumanos. Si son capaces de invadir Irak y cometer un auténtico "genocidio", ¿cómo no van a hacer lo anterior?, pensarán.
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Obama, a imagen y semejanza de los progres y socialistas europeos de un signo u otro, tan empeñados en salvar a los norteamericanos del poco menos que “casi genocidio” del que habla
Michael Moore en su película (o, mejor dicho, prácticamente líbelo) "Sicko", parece haber asumido sus tesis sobre que el gasto público en sanidad es inexistente (a pesar de que se desconozca si Moore, cada vez que le entra un constipado, coge un avión directo a La Habana para ser atendido por la, tan apreciada por él, sanidad pública cubana), que el sistema norteamericano está viciado por el sistema capitalista, que hay 46 millones de americanos sin seguro médico y que sólo existe sanidad pública para los pobres (Medicaid) y mayores de 65 años (Medicare). Lo cierto, es que, incluso en la época del "malvado" Bush (quien no se caracterizó, precisamente, por sus desregulaciones), Estados Unidos dedicó a la sanidad aproximadamente el 16% del PIB, más que cualquier otro entre los países desarrollados. Los ciudadanos sin seguro representan apenas el 15,6% de una población de más 300 millones de habitantes. No tener seguro médico es muy distinto a no recibir asistencia sanitaria. ¿Acaso alguien piensa que la gente sin seguro no recibe atención médica y se la deja morir en plena calle?

La realidad de las cifras indica que, salvo que el intervencionismo extremo de "Papi Estado" lo estropee convirtiéndolo en una Europa "socialdemocratizada" al otro lado del Atlántico, Estados Unidos cuenta con la mejor infraestructura hospitalaria del mundo, los últimos adelantos terapéuticos y los más eficientes equipos de tecnología médica e innovación investigadora. Y todo ello, además, en manos de los mejores profesionales de la medicina y de investigadores reconocidos y premiados por su labor en las más altas esferas de la investigación médica.

Lo que siempre se omite al hablar del 15,6% de norteamericanos no cubiertos por un seguro médico es que no todos están en una situación en la cual no pueden permitírselo económicamente, sino que, la inmensa mayoría, por su juventud o por deseo expreso, no quieren pagar a una aseguradora, ni tampoco esperan que "Papi Estado" les pague el seguro. Es parte de la mentalidad norteamericana, totalmente opuesta a la socialdemócrata europea, la que Obama quiere imponer en Estados Unidos, aumentando aún más el gasto ya existente por parte del Gobierno y cargando a la ciudadanía con más impuestos todavía. El ciudadano cada vez más dependiente de "Papi Estado". Teniendo en cuenta, asimismo esta mentalidad tan arraigada entre los estadounidenses de desconfianza hacia la pretensión de imponerles un "Papi Estado", un Gran Gobierno, se explica bastante bien el rechazo que (sorprendentemente para una mentalidad europea socializante, por supuesto), hasta ahora, encontró desde el principio el plan Obama, en sus términos iniciales, no sólo entre los legisladores norteamericanos sino también entre buena parte del ciudadano medio. Los famosos y desgraciados "americanos sin seguro médico", por tanto, lo son casi todos por propia elección, y no por carencia de medios (lo cual sería inaceptable en una sociedad civilizada). Una cuestión interesante sería preguntarse por qué, si es tan deficiente la sanidad americana, la esperanza de vida es la misma, aproximadamente, que la de cualquier país europeo. O por qué, en Hong Kong, con un sistema sanitario totalmente privado, la esperanza de vida es incluso superior.

Seguramente, como muy bien ha
señalado en alguna ocasión Charles Krauthammer, el problema a resolver sería abaratar el precio de estos seguros. Una buena forma sería eliminando impuestos innecesarios y escondidos que se cargan a la cuenta de los ciudadanos a la hora de adquirir seguros médicos y que sólo logran aumentar los precios. Igualmente, pone el dedo en la yaga sobre dos factores más que incrementan considerablemente el precio de las pólizas de salud en Estados Unidos (y que constituye, aunque no lo cite, uno de las causas del derroche de dinero en la sanidad y del déficit público del que repetidamente ha hablado Obama). El primero, las cuantiosísimas indemnizaciones que el sistema legal establece para el supuesto de negligencias médicas. Es algo totalmente lógico que cuando un profesional de la medicina debe pagar decenas de miles de dólares al año en concepto de seguro de responsabilidad civil, estos deberán pasar elevadas minutas a las aseguradoras, quienes, a su vez, las repercutirán en forma de pólizas más caras para sus asegurados. El segundo, el ingente coste encubierto de la llamada "medicina defensiva", los exámenes y las pruebas que los médicos solicitan sin ningún otro motivo que protegerse de posibles demandas judiciales. Aquí podríamos encontrar, entre otras, una buena explicación a la cuestión de por qué, si el 60% de los americanos están cubiertos por un seguro privado, el 25% por un seguro estatal y el 15% no tiene cobertura, el gasto en sanidad asciende al 16% del PIB (aproximadamente el doble que España). Los médicos transfieren la mitad de sus ingresos, lo que significa que doblan sus honorarios, a los seguros que los resarcen en los casos de las frecuentemente abusivas condenas por errores, mientras que las pingües ganancias de las que los abogados se lucran, de hasta el 50% de las indemnizaciones, son en parte donadas por sus receptores al partido demócrata para que no reforme un tan universalmente denostado sistema, que muchos ciudadanos consideran la condición previa para empezar a hablar de cambios en las sanidad con visos de mejora.

¿Cuál es el motivo por el cual Obama jamás ha hecho una mención a esto al hablar del derroche económico en la sanidad que pretende corregir mediante la socialización? ¿Fenomenales donaciones a los demócratas desde importantísimos bufetes de abogados? Más bien yo me inclinaría por una estratosférica confianza en la ilimitada capacidad progre de vender el humo como realidad. Porque hay que reconocer que es muy meritorio hacer creer que se va a poder disfrutar de una sanidad universalizada, mucho más sólida, con muchos más medios y… ¡a un precio mucho menor! Posiblemente, lo próximo será vender que Irán detendrá su programa nuclear cuando Ahmadineyad reciba en los ojos su angelical mirada.

La no aprobación en verano del plan sanitario socialista de Obama no le ha supuesto un serio obstáculo para sus propósitos. El faro del progresismo mundial ha conseguido la aprobación de un plan no tan ambicioso como lo que pretendía hacer. De hecho, los demócratas no se aseguraron los votos necesarios para aprobar la reforma hasta que el líder de un grupo de media docena congresistas antiabortistas que se oponían a la medida, Bart Stupak, anunció a media tarde que había llegado a un acuerdo de última hora con la Casa Blanca y los líderes de su partido. Stupak reclamaba garantías de que la reforma no permitiría el uso de fondos federales para la práctica de abortos.

Ninguno de los 178 congresistas republicanos votó a favor de la medida. Más de treinta demócratas se sumaron a su "no". Doce estados se plantean demandar la inconstitucionalidad de esta reforma, incluidos Pensilvania y Michigan, reconocidos bastiones demócratas. No obstante, las dotes como prestidigitador del Obamamesías, últimamente un poco de capa caída, la verdad sea dicha, lo presentarán como el "gran reformador de la sanidad americana", haciendo que no se pierda ni un ápice de su mágia como referente progresista universal, depositario de todo el bien y la bondad.

La Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) señala en su último informe sobre esta materia que,
de cumplirse al pie de la letra el proyecto de Obama, la reforma sanitaria reducirá el déficit público en 143.000 millones de dólares entre 2010 y 2019. Sin embargo, la expansión pública de la cobertura médica tiene un coste de 940.000 millones de dólares, pero si se suman la extensión de las subvenciones a las recetas, el aumento de la financiación para los centros médicos comunitarios y las políticas de prevención, la factura total de la reforma ascenderá a 1,072 billones de dólares en la presente década. Según el CBO, el aumento del gasto público directo en sanidad (382.000 millones de dólares entre 2010 y 2019) se vería compensado por un incremento de los ingresos fiscales (más impuestos) de 525.000 millones. De este modo, la reforma permitirá al Gobierno reducir el déficit público en 143.000 millones hasta 2019. El problema consiste en que tales cálculos son meras previsiones basadas en promesas, cuyo cumplimiento dependerá en todo caso de la voluntad política. Así, si bien por el lado de los ingresos, Obama aumentará los impuestos a empresas (aseguradoras) y particulares (con rentas altas), además de obligar a todos los ciudadanos a contar con cobertura médica, por el lado del gasto todo dependerá de que los próximos gobiernos apliquen un ambicioso plan de austeridad, cuyo cumplimiento futuro nadie garantiza, como es lógico.

Obama no busca objetivos redentores ni salvíficos, sino ideológicos. Para él, como socialista, la posibilidad de ser libres para elegir, responsables para tomar nuestras propias decisiones y asumir nuestros errores, es algo odioso. Nuestra vida debe ser algo predeterminado por un planificador estatal. También buscaría ampliar la base social de su partido y comenzar a crear una base de ciudadanos dependientes, una clientela política.

La sanidad no es un derecho, como quieren hacernos ver estos estatistas, sino una necesidad que surge eventualmente. Alimentarse sí es una necesidad diaria y perentoria, y, sin embargo, nadie habla del "derecho a comer" o de que el Estado deba cubrir universalmente las necesidades alimenticias de toda la población. Hay mucha más gente, con la actual crisis económica, pasando hambre y debiendo vivir de la caridad ajena que desatendida en caso de enfermedad. El gasto en alimentos que debe asumir una persona a lo largo de su vida es muy superior a los médicos. Aunque la atención médica sea más costosa que la comida, su necesidad es más eventual. Y, no obstante, nadie exige que se socialice la comida ni que se creen comedores públicos para toda la población. Es más, a muchísimos, no precisamente ricos, no les gustaría que les estuvieran imponiendo día a día un menú concreto en esos imaginarios comedores públicos universales. ¿Qué decir de la vestimenta? Si no socializamos la ropa, ¿andaremos desnudos por la calle? Los verdaderos son derecho a la vida, propiedad, y libertad y buscar la felicidad. Tenemos derecho a trabajar, pero no a que nos den un empleo. Tenemos derecho a usar el dinero que obtengamos por ese trabajo en cubrir las necesidades que entendamos más urgentes. No tenemos derechos a que nos den algo porque digamos "yo no tengo dinero para pagarlo". Un médico sí tiene derecho a que le paguemos por su trabajo, igual que el dueño de la tienda de alimentación a que le paguemos por la comida que le compremos. Los derechos son derechos a hacer, no a recibir pasivamente cosas de otros. Ni a coaccionar a esos otros para que nos las den porque "yo no tengo dinero para pagarlo". Si otros me lo dan cuando yo esté en situación de necesidad será encomiable, pero voluntario (y en EEUU funciona muy comunmente este sentido de la solidaridad, existiendo una amplia red de caridad, tanto pública como privada).
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La sanidad pública no precisa su universalización, ni tampoco hay que defender su supresión. Lo que necesita son reformas. No es de recibo que, como ocurre en España, la sanidad pública financie cambios de sexo pero no cubra el dentista. O, como se pretende, los abortos y las píldoras del día después, mientras mucha gente se hacina en interminables listas de espera para una simple prueba. Y eso que, en España, hasta ahora, gracias a una cierta homogeneidad de la población (que estamos perdiendo), a que somos un país de 45 millones de habitantes y a que todos contribuimos en parte no ha funcionado mal del todo. Pero en un país de más de 300 millones de habitantes este expansionismo estatal es la ruina del propio Estado. No es una cuestión de "derecho" sino de competencia para cubrir una necesidad. No está mal que parte de nuestros impuestos se dediquen a financiar unos servicios sanitarios públicos que se oferten en concurrencia con los privados para aquellas personas sin recursos para acudir a estos últimos. Limitándose la posibilidad de acudir a los mismos en unos determinados niveles de renta. Este caso sí seria una obligación del Estado, el emplear un porcentaje del dinero que ponemos a su disposición en ofertar una serie de servicios sanitarios a quien necesite cubrir una serie de necesidades de este tipo y no pueda costearse uno privado de razonable calidad. Los impuestos a pagar por todos, para financiar este servicio público, serían muy inferiores a la carga fiscal que soportamos. Y los beneficiarios disfrutarían de un servicio público mucho más eficiente y totalmente alejado del torpe elefante burocrático que soportamos. Hay que reiterar que el enorme encarecimiento del servicio sanitario, público y privado, en EEUU tiene unas razones muy concretas, las expuestas párrafos más arriba.

Ahora bien, lo de Obama es un verdadero desastre. El plan obamita obliga a los estados y a la gente a contratar un seguro médico contra su voluntad. Este seguro está, en palabras de Alberto Acereda, "estipulado bajo las regulaciones federales de Washington y controlado por el Servicio de Impuestos Internos (IRS)... como si éste supiera algo de medicina". Estos obligados a contratar un seguro serán subsidiados para ello, suscribiendo un seguro de una calidad ínfima, peor, a buen seguro, que el Medicare y el Medicaid. Para financiar este seguro, aumento brutal de impuestos, más paro y la pérdida del seguro médico de calidad, que la mayoría de americanos tienen a través de su contrato de trabajo... pasando a estos mediocres seguros subsidiados cuando se vean en el desempleo. Y más impuestos para financiar estos nuevos seguros obligatorios que deban contratar los desempleados. ¿Es o no es todo un "genio" el Obamamesías? La reforma deteriorará la economía norteamericana con más impuestos y peores servicios médicos, socializando un asunto individual que nunca estuvo en manos del Gobierno. No puede ser más inconstitucional ni contraria a la libertad. La izquierda ha llegado a la Casa Blanca.

Malo para Estados Unidos, aunque beneficie a los republicanos, quienes deberán oponerse firmemente a esto. El primer paso debe ser noviembre y que los demócratas pierdan la mayoría en las dos cámaras. El segundo 2012 y las presidenciales, arrebatarles la Casa Blanca, recuperando los valores conservadores y renunciando a esa especie de nadar entre dos aguas pseudo-marianista que envolvió a McCainn en 2008. Obama no se lo puede poner más fácil.


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