Me resulta muy curiosa la proliferación de teléfonos móviles unida a la protesta de los vecinos cuando quieren poner una antena cerca de su casa. Tremendamente curiosa. Terriblemente irracional. Profundamente humana al fin, si pensamos, como parece ser, que los hombres y las ratas compartimos la mayoría del ADN.
Seguramente aquellos que protestan, querrán que los móviles funcionen por arte de magia.
No sé que pueden tener de malo las radiaciones que emiten, pero el caso es que no se si los que las instalan, los que entramos con cierta frecuencia en centros de transformación o subestaciones eléctricas tienen una incidencia del cáncer mayor de un tercio. Qué es la normal de todos. Si fuera como piensan, estaríamos palmandola a los 50 todos los electricistas de campo de Iberdrola. No parece que sea el caso.
Es magia.
Causa en mi estupefacción la defensa, a ultranza, de los servicios públicos. No discutiré que puedan ser más baratos. Mejores. Universales. Quizá lo sean... ¿y qué? ¿Qué pasa si yo quiero otros? Tu prefieres los públicos. Perfecto. Yo los quiero privados. Tu no pagues los míos. No me obligues a pagar los tuyos. No se trata de que haya que apoyar a los que no pueden pagarlos. Yo apoyo. Colaboraré con mi parte de la cosa. Pero no me digas lo que tengo que hacer. Ni dónde acudir. Eso es cosa mía. Ni que decir tiene: pensiones, educación, trasnporte...
Yo entiendo que tu quieras pagar un estado. Estas en tu derecho. Pero yo no quiero mantenerlo. ¿No estoy en el mio? Pierdo mis derechos por arte de, nuevamente, magia. Perdidos si no coinciden con los de la mayoría. No se como, acabas de arrebatarme mi derecho a decidir.
Es magia.
Absoluto desasosiego. Eso es lo que me traspasa el cuerpo. De niño jugaba al Monopoly. De mayor he acabado forzado a seguir con el Monopoly. Pero ahora ya no puedo comprar el Paseo del Prado. Cuando era un proyecto de niño, había dinero de verdad. Respaldado por riqueza de verdad. Oro. Como podría ser otra cosa. El dinero tenía un respaldo. Ahora es dinero ficticio. Mi dinero, bueno, el de mis padres, pasó de ser dinero de verdad, a ser dinero del Monopoly. Por arte de birlibirloque. Magia.
El dinero no existe. Y todos tan panchos. Además de magos, estamos rodeados de ... (Me callo el calificativo)
Hemos hecho magia. No sé si negra o blanca. Pero magía, nociva, perniciosa. Liberticida. A mi la única magia que me gusta es la de La Reina. La otra, tiene truco. Y solo lo sabe el mago, el mago y sus coleguitas.
Publicado originalmente en Comentarios Otomanos
Seguramente aquellos que protestan, querrán que los móviles funcionen por arte de magia.
No sé que pueden tener de malo las radiaciones que emiten, pero el caso es que no se si los que las instalan, los que entramos con cierta frecuencia en centros de transformación o subestaciones eléctricas tienen una incidencia del cáncer mayor de un tercio. Qué es la normal de todos. Si fuera como piensan, estaríamos palmandola a los 50 todos los electricistas de campo de Iberdrola. No parece que sea el caso.
Es magia.
Causa en mi estupefacción la defensa, a ultranza, de los servicios públicos. No discutiré que puedan ser más baratos. Mejores. Universales. Quizá lo sean... ¿y qué? ¿Qué pasa si yo quiero otros? Tu prefieres los públicos. Perfecto. Yo los quiero privados. Tu no pagues los míos. No me obligues a pagar los tuyos. No se trata de que haya que apoyar a los que no pueden pagarlos. Yo apoyo. Colaboraré con mi parte de la cosa. Pero no me digas lo que tengo que hacer. Ni dónde acudir. Eso es cosa mía. Ni que decir tiene: pensiones, educación, trasnporte...
Yo entiendo que tu quieras pagar un estado. Estas en tu derecho. Pero yo no quiero mantenerlo. ¿No estoy en el mio? Pierdo mis derechos por arte de, nuevamente, magia. Perdidos si no coinciden con los de la mayoría. No se como, acabas de arrebatarme mi derecho a decidir.
Es magia.
Absoluto desasosiego. Eso es lo que me traspasa el cuerpo. De niño jugaba al Monopoly. De mayor he acabado forzado a seguir con el Monopoly. Pero ahora ya no puedo comprar el Paseo del Prado. Cuando era un proyecto de niño, había dinero de verdad. Respaldado por riqueza de verdad. Oro. Como podría ser otra cosa. El dinero tenía un respaldo. Ahora es dinero ficticio. Mi dinero, bueno, el de mis padres, pasó de ser dinero de verdad, a ser dinero del Monopoly. Por arte de birlibirloque. Magia.
El dinero no existe. Y todos tan panchos. Además de magos, estamos rodeados de ... (Me callo el calificativo)
Hemos hecho magia. No sé si negra o blanca. Pero magía, nociva, perniciosa. Liberticida. A mi la única magia que me gusta es la de La Reina. La otra, tiene truco. Y solo lo sabe el mago, el mago y sus coleguitas.
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