lunes, 31 de octubre de 2011

A Joaquín Sabina no le van a dar por culo




La teoría de la reinserción no sólo culpabiliza un poquito al delincuente de los actos delictivos que cometa sino que la sociedad, es decir, el resto de los ciudadanos que no delinquen son los principales culpables. De este modo la progresía liberticida nos culpa a todos cuando unos diabólicos niñatos aburridos enturbian la vida de una joven inocente violándola o cuando un bandarra inserta su navaja en el pecho de un panadero, porque éste no quería darle el poco dinero que había recaudado durante una larga jornada de trabajo vendiendo baguettes.

La progresía liberticida, haciendo uso de la denuncia social moralizante, nos culpa a todos porque hemos marginado a esos cándidos delincuentes obligándoles a hacer cosas malas, por eso el Estado, o sea, todos nosotros debemos reinsertarlos.

Para esa progresía liberticida siempre somos y seremos los culpables de todos los males que padecemos. Seremos culpables de la pobreza en algunas partes del mundo dónde no existe ni Libertad ni economía de mercado. Seremos culpables del deshielo de los polos que luego se vuelven a helar, aunque en el manipulador telediario siempre nos sacan la misma imagen del mismo fragmento de hielo desprendiéndose del mismo iceberg y del mismo oso blanco encima de un bloque de hielo que flota en el agua. Seremos culpables de las muertes causadas por unos fanáticos terroristas que se inmolan haciendo estrellar un avión en una torre abarrotada de gente trabajadora.

Actualmente es tanta la influencia de la progresía liberticida en todos los rincones de nuestra vida que incluso su teoría de la reinserción es la que fundamenta toda la legislación penal. Una legislación donde prevalece la irresponsabilidad de los que cometen actos criminales. Así, el derecho penal deja de cumplir el objetivo por el que fue creado, pasando de ser un instrumento para reprimir conductas canallescas a un instrumento de carácter asistencial pagado por nosotros, los verdaderos convictos según ellos.

Pero el perverso propósito de la progresía liberticida manirrota no es otro que, a la vez que nos vacían nuestros bolsillos, argumentar esa irresponsabilidad del malhechor para socavar las bases e instituciones que no se acoplan a su idea de sociedad en la que reina el pensamiento único y lo “políticamente correcto”, por no decir la institucionalización de la estupidez.

¿Nuestros grandes pecados son respetar al prójimo y madrugar para ir a trabajar? ¿Es culpable  esa  camarera que después de finalizar su tediosa jornada laboral le quitan el bolso de un tirón? ¿Es culpable  ese propietario  de  taller al que le roban el dinero que había sacado del banco para pagar a un proveedor?  ¿Es culpable ese albañil que pasa los días en el andamio y ahorra para comprarse un coche que le hurtan y destrozan casi sin haberlo estrenado? ¿Son ellos culpables?

En la película “Perros callejeros” comprobamos que los bandarras, como de costumbre, no trabajan ni estudian para mejorar su situación puesto que si lo hicieran ya no serían delincuentes sino gente íntegra, honrada y trabajadora. Para los gandules lo fácil es robar a punta de navaja ¡y a vivir la vida que son dos días!, ¡y venga a esnifar otra raya de coca colega!.

Otros son más disimulados y militan, desde su adolescencia, en un partido político o se liberan de trabajar haciéndose sindicalistas. Todos estos esnifan consignas para alcanzar el éxtasis.

De forma inconcebible,  una gran parte de la ciudadanía aborregada y poco lúcida sigue encasillando a estos malnacidos navajeros y tironeros como si de héroes se tratara de acuerdo con la moldeada consigna marxista “Robin Hoodiana”;  consigna inoculada durante años por los ingenieros sociales en multitud de cerebros vacíos en los que el sentido común brilla por su ausencia.



Incluso un progre adinerado como Joaquín Sabina ha llegado a catalogar de caballeros a unos quinquis golferas, brindándoles una canción cuya letra no tiene desperdicio según muestro a continuación:



Me refiero al mismo Sabina, ese cantautor que cena con sus Altezas Reales y luego realiza afirmaciones para gente lela como aquella que achacó el fenómeno masivo de la prostitución en la Cuba comunista a la fogosidad erótica del Caribe. Sabina nos demostró con esta manifestación, una vez más, su indigencia intelectual propia de un cerebro zampabollos y lobotomizado, un tipo en cuya cabeza sólo cabe la consigna marxistoide pero sin renunciar a las ventajas de la economía de mercado.

El gran Sabina, otro comunista de Jamón de Jabugo pero que no se va a Cuba a vivir para no tenerse que comer el hueso,  no se paró a pensar que a pocos kilómetros,  en la península de Florida, también viven muchas hermanas y amigas de las que hoy ejercen la prostitución forzosa en la isla cárcel y que disfrutan del mismo clima caribeño pero, en cambio, no necesitan ejercer de puta porque tienen posibilidad de trabajar en una sociedad libre, llena de oportunidades y esperanza.  ¡Sabina, tronco, pero qué cara tienes colega!


Letra de Pacto Entre Caballeros :
(Joaquin Sabina / J. Batanero, P. Varona)

No pasaba de los veinte
el mayor de los tres chicos
que vinieron a atracarme el mes pasado.

"Subvenciónanos un pico
y no te hagas el valiente
que me pongo muy nervioso si me enfado."

Me pillaron diez quinientas
y un peluco marca Omega
con un pincho de cocina en la garganta,
pero el bizco se dio cuenta
y me dijo -"oye, colega,
te pareces al Sabina ese que canta."

Era un noche cualquiera,
puede ser que fuera trece,
¿qué más da? pudiera ser que fuera martes.
Sólo se que algunas veces
cuando menos te lo esperas
el diablo va y se pone de tu parte.

-"Este encuentro hay que mojarlo
con jarabe de litrona,
compañeros antes de que cante el gallo"-
-"tranquilo, tronco, perdona,
y un trago pa celebrarlo"-
los tres iban hasta el culo de caballo.

A una barra americana
me llevaron por la cara,
no dejaron que pagara ni una ronda,
controlaban tres fulanas
pero a mi me reservaban
los encantos de "Maruja la cachonda".

Nos pusimos como motos,
con la birra y los canutos
se cortaron de meterse algo más fuerte;
nos hicimos unas fotos
de cabina en tres minutos...,
parecemos la cuadrilla de la muerte.

Protegidos por la luna
cogieron prestado un coche,
me dejaron en mi queli y se borraron
por las venas de la noche
-"enróllate y haznos una
copla guapa de la tuyas"- me gritaron.

Me devolvieron intacto,
con un guiño mi dinero,
la cadena, la cartera y el reloj;
yo, que siempre cumplo un pacto
cuando es entre caballeros,
les tenía que escribir esta canción.

Hoy venía en el diario
el careto del más alto,
no lo había vuelto a ver desde aquel día;
escapaba del asalto
al chalé de un millonario
y en la puerta le esperó la policía.
Mucha, mucha policía...

No pasaba de los veinte
el mayor de los tres chicos
que vinieron a atracarme el mes pasado.

"Subvenciónanos un pico
y no te hagas el valiente
que me pongo muy nervioso si me enfado."

Me pillaron diez quinientas
y un peluco marca Omega
con un pincho de cocina en la garganta,
pero el bizco se dio cuenta
y me dijo -"oye, colega,
te pareces al Sabina ese que canta."

Era una noche cualquiera,
puede ser que fuera trece,
¿qué más da? pudiera ser que fuera martes.
Sólo se que algunas veces
cuando menos te lo esperas
el diablo va y se pone de tu parte.

-"Este encuentro hay que mojarlo
con jarabe de litrona,
compañeros antes de que cante el gallo"-
-"tranquilo, tronco, perdona,
y un trago pa celebrarlo"-
los tres iban hasta el culo de caballo.

A una barra americana
me llevaron por la cara,
no dejaron que pagara ni una ronda,
controlaban tres fulanas
pero a mi me reservaban
los encantos de "Maruja la cachonda".

Nos pusimos como motos,
con la birra y los canutos
se cortaron de meterse algo más fuerte;
nos hicimos unas fotos
de cabina en tres minutos...,
parecemos la cuadrilla de la muerte.

Protegidos por la luna
cogieron prestado un coche,
me dejaron en mi queli y se borraron
por las venas de la noche
-"enróllate y haznos una
copla guapa de las tuyas"- me gritaron.

Me devolvieron intacto,
con un guiño mi dinero,
la cadena, la cartera y el reloj;
yo, que siempre cumplo un pacto
cuando es entre caballeros,
les tenía que escribir esta canción.

Hoy venía en el diario
el careto del más alto,
no lo había vuelto a ver desde aquel día;
escapaba del asalto
al chalé de un millonario
y en la puerta le esperó la policía.
Mucha, mucha policía...


¡Eyhh, Sabina, colega!,  la pena es que el bandarra bizco ayudado por el más alto no te hubieran dado por el culo en la barra americana, eso te habría inspirado para dedicarles también  una canción de amor.  





Lo peor  es que la oposición dulzona, acaramelada y maricomplejín del Partido Popular (PP) les ríe la gracia a estos liberticidas marxistoides a base de subvención, premios y bailoteo. 

Recuerdo la congregación protagonizada por Joaquín Sabina y otros chupópteros de su calaña, comunistoides al servicio del poder, idólatras del dinero fácil, como Ana Belén (a la que el Partido Popular le untó buena guita para promover el turismo en Madrid), Miguel Ríos, Juan Diego Botto, Víctor Manuel (el que cantaba a Franco) , Javier Gurruchaga, María Barranco,  Miguel Bosé, Juan Echanove, Pedro Guerra,  Agustín Díaz Yanes, Emilio Martínez Lázaro, Lucía Etxebarría, Imanol Uribe y Pedro Almodóvar denunciando que, con los gobiernos municipales del Partido Popular, Madrid se había transformado en una  ciudad "aburrida, agujereada, caótica, burocrática y cutre", pidiendo el voto para la izquierda que haría de la capital de España una urbe no "deshumanizada, hostil, mediocre, neurótica e insegura", dejando de ser  "sucia, violenta, xenófoba y aznarista".  Supongo que con tipos como “El Torete”, la estrella de la película “Perros Callejeros”;  “El Jaro” y “El Vaquilla”, protagonistas de otras películas del género “quinqui”,  Madrid se convertiría en una ciudad menos violenta para ellos.

Qué repugnancia me producen tipos como Miguelito Bosé cuando, de pronto,  empezó a caerle bien  el Partido Popular en el momento en que recibió una pasta gansa por el pregón de las fiestas de Madrid. Miguelito, ¿entonces para ti, ese Madrid en fiestas ya no era tan "aburrido, agujereado, caótico, burocrático y cutre"?


Luego pasa lo que pasa, y encima, sus secuaces,  les rompen  la cara a algunos peperos como ocurrió con el Consejero de Cultura del gobierno del Partido Popular de Murcia.







Volviendo a la película “Perros Callejeros”, recuerdo el día de su estreno  en el que había gente que salía llorando del cine apenada por el final del protagonista; incluso otros más cafres insultaban en la propia sala a los policías mientras visionaban el tiroteo en el que los criminales también disparaban a matar. Era algo típico de la época en la que el falso progresismo del Partido Socialista Obrero Español se reivindicaba con ansia por parte de esa ciudadanía mediocre y pastueña sin ni siquiera reflexionar un poquito sobre los resultados negativos que traería a la sociedad española a largo plazo.



Hoy en día, después de transcurrir algunas décadas, lo podemos comprobar:  fracaso escolar, relativismo moral, la costumbre de robar a unos para dárselo a otros vía impuestos, la moda del parasitismo y la subvención, el destierro del mérito y la excelencia, la falta de principios, la falta de respeto, la necesidad del típico político populista de crear tensión antes de las elecciones, la manía de desenterrar perversamente muertos en una sociedad cuyo lema es ”el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, enfrentar a los ciudadanos, intervenir y  prohibir todo  lo que se le antoje a la “miembra” ministra, la deuda pública descontrolada, el desmantelamiento de España, el saqueo de los fondos públicos, el desempleo crónico, la necesidad de volver a emigrar a Alemania, la corrupción, el todo vale, el sea como sea,  el mangoneo, el botellón, el puterío, la televisión basura,  la droga,  el desprecio a la vida o la barra libre del aborto, etcétera, etcétera…

Lo más traumático de la película “Perros callejeros” es el procaz discurso que al principio te echa la progresía liberticida con voz en off, algo que entusiasmaba a muchos necios de la época, jueces incluidos. Incluso algunas víctimas femeninas llegaron a sentir empatía con los bandarras después de que éstos les sobaran las tetas contra su voluntad ¡Si es que hay gente para todo!






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