Dejo aquí el enlace y una pequeña reseña al artículo publicado por James Nava en su página web personal.
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La responsabilidad individual es uno de los pilares fundamentales sobre los cuales cimentamos los liberales clásicos nuestra defensa de la libertad. Los Padres Fundadores de la nación estadounidense lo recogieron en la Constitución de los Estados Unidos hace ya más de dos siglos y por ello, salvo que Obama se la cargue, esta nación es y será la líder dentro del mundo democrático y libre. Este principio entronca directamente con la tradición cristiana de los puritanos ingleses que arribaron al Nuevo Mundo allá por el siglo XVII: al igual que la salvación eterna dependía de los actos de cada individuo, siendo resultado de su libertad y de su voluntad, en la sociedad humana cada persona sería responsable de sus actos, de sus aciertos y de sus fracasos. Y así lo plasmó la joven nación americana en su Constitución, a fines del XVIII. De la misma manera que los conservadores, los liberales clásicos, defendemos aún en el siglo XXI como plénamente vigente.
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El socialismo combate vehementemente este principio a base de leyes a través de las cuales nos promete una vida fácil y placentera sin tener que realizar esfuerzo alguno, sin arriesgarnos en nuestras decisiones y sin que tengamos que asumir las consecuencias de nuestros errores, porque sabe perfectamente que esto es algo muy atractivo, sobre todo para los más jóvenes. Es una salida y una huida hacia adelante muy fácil pensar que, por el hecho de haber nacido, tenemos el derecho a que otros vengan a tapar el resultado de las elecciones que realicemos, por muy idiotas que estas sean. Y porque sabe perfectamente que ésta es la mejor forma de poner los cimientos para construir enormes gobiernos que controlen cuantos más aspectos de la vida de los individuos, mejor.
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Pero NO, NO y NO: los individuos tenemos derechos activos, no pasivos. Eso, diga lo que diga nuestra Constitución, y conste que ha sido un instrumento que, al menos, ha proporcionado a España tres décadas mínimamente estables, como no habíamos tenido en nuestro país en siglos, hasta que quien, lamentablemente, nos gobierna, empezó con sus jueguecitos virtuales de II República 2.0. Los verdaderos son el derecho a la vida, propiedad, la libertad y buscar la felicidad (y, en este caso, siempre que nuestro concepto de felicidad no consista en una agresión ilegítima a estos derechos de otros, claro). Tenemos derecho a trabajar, pero no a que nos den un empleo. Tenemos derecho a usar el dinero que obtengamos por ese trabajo en cubrir las necesidades que entendamos más urgentes. No tenemos derecho a que nos den algo porque digamos "yo no tengo dinero para pagarlo". Un médico sí tiene derecho a que le paguemos por su trabajo, un abogado tiene derecho a que le abonemos sus servicios profesionales, igual que el dueño de la tienda de alimentación a que le paguemos por la comida que le compremos. Los derechos son derechos a hacer, no a recibir pasivamente cosas de otros. Ni a coaccionar a esos otros para que nos las den porque "yo no tengo dinero para pagarlo". Si otros me lo dan cuando yo esté en situación de necesidad será encomiable por su parte, pero voluntario. Los liberales no estamos en contra de la solidaridad con los demás. Robert Nozick (el primero que se me viene a la mente) consideraba encomiable la caridad y la solidaridad con los menesterosos, precisamente por ser voluntaria.
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Otro tanto sucede con el "derecho al aborto" bibianesco. Este engendro es uno de las mayores apoteosis de la cultura de la irresponsabilidad fomentada, fundamentalmente, en adolescentes, mediante al apartado que permite abortar sin consentimiento paterno a las chicas de 16 años. Y, por qué no decirlo, la irresponsabilidad del hombre frente a la mujer: deja embarazada a la que quieras que para eso estamos nosotros con una camilla y un bisturí, para subsanar tus equivocaciones.
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Las políticas de destrozo de la idea de familia van en la misma dirección. La familia es la red en la cual el individuo puede apoyarse en situaciones de necesidad, lejos de la ayuda que el Estado le ofrezca a cambio de aceptar sus imposiciones.
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Las sociedades sin responsabilidad individual y con gobiernos grandes e intrusivos se caracterizan por su empobrecimiento. La suma de individuos empobrecidos no sólo materialmente sino, también, moral e intelectualmente genera una sociedad empobrecida en lo material, lo moral y lo intelectual. Estos individuos no tendrán inconveniente en poner a disposición del Estado, si es necesario, hasta el 50% de su patrimonio, a través de una expoliatoria política fiscal, trabajando hasta el verano sólo para pagarle a este Leviatán, con tal de que le garanticen salir del trabajo el viernes al mediodía y sentarse ante el televisor hasta el domingo por la noche sin preocupación alguna. Las personas que tienen miedo de las responsabilidades tienen miedo de la libertad misma.
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Por James Nava
jamesnava.com
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Uno de los conceptos claves del ideario conservador es la responsabilidad individual frente a un gobierno grande e intrusivo en las libertades personales. Esto entronca directamente con el eje de la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza los derechos individuales por encima de todo. Por eso cuando los conservadores defienden la idea de responsabilidad individual en temas como la salud, la educación, la defensa, las armas, y la vida, entre otros, está defendiendo la base constitucional que permitió edificar esta nación y convertirla en la nación líder de las democracias y las libertades.
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Actualmente, el crecimiento del papel que desempeñan los gobiernos amenaza seriamente este principio básico: la importancia de la responsabilidad individual frente a un gran gobierno. Cuando vemos que las políticas de gasto público y de intrusismo del gobierno en todas las facetas de la vida: economía, planificación familiar, salud, educación, etc, se vuelven más importantes que la responsabilidad individual, es que algo está fallando gravemente y yendo por el camino equivocado.
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