miércoles, 10 de marzo de 2010

Si es amigo de Zapatero es enemigo de España


La labor de Zapatero en estos seis años nos ha dejado una forma muy sencilla de detectar cuándo alguien o algo es enemigo de España y de los españoles. Si es amigo de Zapatero, si mantiene buen rollito con él, si Zapatero se muestra generoso, temeroso o apaciguador hacia él, es que es nuestro enemigo.
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El presidente del gobierno progre que padecemos no concibe la política exterior más que en términos de oportunismo y como la posibilidad de ganarse el favor y la simpatía de determinados sectores de la población. Y, coincidiendo esos sectores cuya adhesión busca con lo más radicalizado de la extrema izquierda europea, sus amistades exteriores (y sus fobias también) estarán muy claras.
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No es solo América Latina, pero esta región ha sido un puntal fundamental en la radicalización de esta política desde que Zapatero habita La Moncloa. Se pasó de defender la democracia a ser el embajador de cualquier dictadorzuelo que asomara la cabeza por allí con tal de que fuese de izquierdas (curiosamente, la izquierda chilena, bastante sensata, o incluso Lula, en un momento dado, y pese a sus bandazos, no han sido la referencia, sino... los dictadores castro-bananeros). Hoy España es el embajador en Europa del régimen cubano, vergonzosos encubridores de sus violaciones a los derechos humanos. De Chávez y su idilio con el Gobierno poco más puedo añadir que no haya dicho antes. Seguramente, desde el Gobierno pretenderán hacernos creer que desconocían las relaciones del chavismo con ETA, desveladas en el auto del juez Velasco, quien se ha sido gratuitamente injuriado desde el régimen venezolano y sus esbirros adjuntos, ante el silencio de Zapatero. Los insultos y bramidos del gorila son la consecuencia lógica de una política que se niega a defender a los españoles.
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El Hijo de la Pachamama, el traficante de drogas Evo Morales, un sujeto aún más analfabeto y bruto que el caudillo bolivariano, pero bastante más pobre, a quien se le prometió en 2006 doblar la ayuda a Bolivia, pero sólo si ganaba él las elecciones, se pasea por aquí perdonándonos la vida a los "malvados colonizadores españoles" y se lleva bajo el brazo la condonación de la deuda externa de su país con España a cambio de nada. Pero, eso sí, Honduras defiende su libertad y su democracia frente a la injerencia del castro-golpismo chavista e, inmediatamente, la diplomacia española se alinea con la Internacional Bananero-Bolivariana.
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En Oriente Medio, nos hemos ganado la triste distinción de ser el país con el Gobierno más judeófobo del mundo occidental: para nuestra diplomacia, un país democrático como Israel (realmente modélico en comparación el propio concepto zapaterista de democracia) y una banda de terroristas como Hamás son equiparables como interlocutores. En el Líbano, andamos más preocupados por los movimientos de los agentes del servicio secreto israelí que por el rearme de los terroristas de Hezbolá. Irán, socio de la Alianza de Civilizaciones. Irak, abandonado por nuestras tropas en una de las maniobras más chabacanas, populistas y antiamericanas que habrá perpetrado gobierno alguno, animando después, por añadidura, a otros países a unirse a la deserción (suerte que la escasa relevancia internacional de Zapatero hizo que esto no tuviera demasiado éxito). Por supuesto, en la construcción de la democracia en este país, España no ha pintado absolutamente nada gracias a nuestro Gobierno.
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Nada nuevo bajo el sol. El islamismo más radical es uno de los apegos de la izquierda en su odio a la libertad y lo normal era pasar de combatir el integrismo a defender una Alianza de las Civilizaciones que sabemos lo que es desde que Zapatero, junto con su amigo turco Erdogán (el nuevo "corazón de Europa", ya no en Francia y Alemania, ahora en Estambul y Ankara), se puso del lado de las teocracias y no de la libertad de expresión en su condena a las viñetas danesas: el desarme moral de Occidente, equiparando nuestras democracias a las teocrácias islámicas. Algo muy parecido, por cierto, a lo que ocurre cuando los defensores de regímenes comunistas de todo signo y pelaje intentan equiparar las violaciones de los derechos humanos que se produzcan en los mismos a los abusos puntuales y violaciones de las leyes, denunciables y perseguibles, que puedan ocurrir en países democráticos.
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¿Y qué decir de la cesión ante terroristas en los casos del "Playa de Bakio", el "Alakrana" o los cooperantes catalanes secuestrados por Al Qaeda en Mauritania (y eso que, tras la retirada de Irak, estábamos inmunes ante el terrorismo islámico)?
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