Empecemos el post de hoy con una definición académica de lo que significa la palabra moral
Obviando las acepciones cuarta a octava, por ser relativas al estado de ánimo, y centrándonos sólo en las primeras, podemos ver un factor común en todas ellas. La moral viene a ser una forma de ver el mundo y de comportarse en consonancia.
Ahora bien, cada persona es un mundo en sí misma, y por lo tanto tiene una moral individual que no tiene por qué coincidir con la de los demás. De ahí el título de esta entrada, la imposición de esa moral.
Cuando hablamos de moral, se suele entender que nos referimos a la conducta ética ampliamente aceptaba por el conjunto de la sociedad. Son una serie de valores autoimpuestos por la sociedad en sus miembros que les permiten vivir como individuos pertenecientes a un conjunto mayor de personas. Así tenemos las distintas sociedades actuales en las cuales los miembros (al menos la mayoría de ellos, pues siempre hay excepciones) saben cómo comportarse de forma que podríamos calificar como “innata”, pues si bien no es algo con lo que nazcamos, sí es algo que aprendemos desde el mismo momento del nacimiento, de forma que lo interiorizamos de forma inconsciente.
Todos sabemos que matar está mal. Todos sabemos que la tortura es algo malo. No porque existan leyes en su contra, sino porque la sociedad nos ha educado así. Gracias a estas conductas morales podemos vivir en sociedad, podemos coexistir con el resto de los individuos.
Pero en el planeta Tierra no existe una única sociedad, sino gran cantidad de ellas. A medida que vamos reduciendo el ámbito de actuación podemos ver que incluso dentro de una misma sociedad hay un gran subconjunto de ellas. Así podemos decir que a día de hoy hay tres grandes (hay más que no pertenecen a estas, pero son minoritarias) sociedades en el planeta: la occidental, la musulmana y la oriental. Y cada una de ellas se divide en otras sociedades más pequeñas, por ejemplo podemos definir las distintas sociedades por países, por religiones, por ámbitos, etc. Incluso dentro de una misma sociedad religiosa nos encontramos con sub-sociedades que en algunos casos son francamente irreconciliables entre sí, aún cuando todas vengan a definir los mismos valores. Así por ejemplo el cristianismo se divide en protestantes, católicos y ortodoxos.
A medida que vamos disminuyendo el ámbito en que nos movemos, nos damos cuenta de que al final todo se centra en las relaciones individuales. Al final es el propio individuo el que define su propia moral. Hay una serie de principios muy básicos que le permiten vivir en sociedad, pero luego existen otros principios más complejos que lo diferencian del resto de los individuos.
De forma habitual, ese individuo es feliz con su individualismo. Acepta su moral como válida y verdadera, pero también acepta la de los demás como asimibles, podrá compartirlas más o menos, pero no por ello va a imponer la suya como única moral posible. Podríamos definir este tipo de comportamientos como el “Vive y deja vivir”. Pero siempre hay excepciones. Siempre hay algún individuo que no sólo no acepta la moral de los demás, sino que trata de imponer la suya propia por encima de la de los demás, ya que considera que la suya es la única válida, la suya es la “más mejor”. Este tipo de personas es muy minoritaria, pero muy importante. Pues aún cuando se trate de un porcentaje de un uno por millón, esa persona siempre será capaz de unir a otras personas con las que comparta su visión y comience la imposición.
Todas las religiones empezaron así. Alguien que “conoce la verdad” se dedica a imponer dicha verdad a los demás (tanto si lo quieren como si no), en ocasiones a través de la promesa de castigos eternos después de la muerte, y en otros demostrando que lo que pueda existir después de la muerte no es nada comparado con lo que existe antes de la muerte (o sino que se lo pregunten a todos los “interrogados” de la Inquisición Católica, o a las "brujas" de Salem, o a los judíos durante el Holocausto).
A día de hoy tenemos una religión en el mundo que aún busca este tipo de imposición moral. El resto ya están más o menos controladas por los propios individuos que las forman, pues las mayorías impiden a los exaltados minoritarios que se dediquen a volver a los “viejos buenos tiempos” (que aún quedan algunos… más de los que nos gustarían). Esa religión es la musulmana. Puede que muchos musulmanes tengan en mente el “vive y deja vivir” propio de una conducta aceptable en sociedad, pero aún hay demasiados que aún creen que su moral, su visión del mundo, es la única válida y al resto hay que matarlos (más o menos lo que viene a decir el Corán sobre lo que hay que hacer con los infieles, es decir, con todo aquel que no sea musulmán).
También tenemos una sociedad que hace lo mismo. Los USA imponen el “estilo de vida americano” en el mundo, como si esa visión del mundo fuese la única aceptable. Como si todo lo que no fuese “américa” (y sí, la pongo en minúsculas pues no es América continente, sino américa “idea de los USA”) fuese una escoria a la que hay que aplastar o conquistar ideológicamente o militarmente (sobre todo si tienen petróleo, los demás no importan), con la escusa de “imponer la democracia y los valores americanos”.
Aquí es donde hay que diferenciar entre la defensa y el ataque. La defensa es cuando, ante un ataque contrario (siempre tiene que haber un ataque de la otra parte primero, o bien una posibilidad de ataque del 100%, como si al ir por la calle un ladrón nos amenaza con un cuchillo, no hay ataque real, pero la posibilidad es del 100% si no accedemos a sus demandas, luego ahí la defensa está justificada), una persona (o sociedad) pone toda la carne en el asador para eliminar dicho ataque. El ataque es todo lo demás.
¿A qué viene todo esto? Este tostón que he soltado hoy viene de unas cuantas noticias que han salido en prensa últimamente. Por un lado la noticia de que en Francia ahora es ilegal llevar Burka. Podemos analizar esta noticia desde los dos puntos de vista posibles. Por un lado de imposición moral de unos sobre otros, en este caso la sociedad francesa mayoritaria (se supone, en realidad a la mayoría de los franceses les daba igual como vistieran las mujeres… bueno no… siendo franceses, seguro que prefieren que todas vayan en lencería fina, pero bueno) no gusta de ver esos calcetines gigantes de cuerpo entero y por lo tanto impone esa visión sobre esa minoría. Por otro lado el ataque a una forma de vida que no hace daño (físico, que psíquico es otro cantar… aunque también se podría hablar de daño físico, pues a 40 grados por la calle ir con uno de esos no debe ser demasiado agradable, pero sigue siendo decisión personal, y por lo tanto no deberíamos meternos en ello) a nadie. ¿Cuál es la correcta? Si lo analizamos desde el punto de vista “liberal individualista”, la respuesta es obvia: “la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro”. Si lo analizamos desde el punto de vista de la “sociedad como conjunto”, la respuesta es más bien del estilo: “En mi casa se hace lo que yo digo” (el burka está prohibido en las zonas públicas, es decir, en las zonas que “pertenecen” a la sociedad en su conjunto; luego cada cual en su casa que haga lo que quiera). Y ambos tienen razón, cada cual desde su punto de vista.
Pero ¿y si la noticia es más bien esta? Osama bin Laden ha muerto. Lo han asesinado en su casa (una pequeña mansión de varios millones de euros… no se vive mal siendo terrorista) en Pakistán. Así tenemos que los EEUU han mandado un grupo de soldados a buscarlo, asaltaron la casa, le pegaron dos tiros en la cara y tiraron el cuerpo al mar (al menos eso dicen los noticiarios, además de mostrar fotos claramente retocadas).
Si analizamos esto en profundidad nos asaltan un par de dudas existenciales (al margen de las típicas teorías conspiranoicas, sobre si en realidad ha muerto, sobre si lo sabían ya desde hace mucho y no han soltado la noticia hasta ahora porque necesitaban el “golpe mediático”, etc.). En primer lugar Bin Laden era un asesino, un terrorista, un criminal, un genocida y “mal bicho” en general. Por ello se monta una búsqueda que dura diez años y termina en la muerte del susodicho. En segundo lugar EEUU sólo se estaba defendiendo, no atacando, y gozan de la superioridad moral que les da ser un régimen democrático electo y demás tonterías. También podemos dar la vuelta a la tortilla y decir lo siguiente: Los USA son unos asesinos, criminales, terroristas, genocidad y “mal bicho” en general (no he mentido en ningún caso, por desgracia). Bin Laden sólo estaba defendiendo sus creencias de los ataques que había sufrido su pueblo por parte de los USA (por desgracia tampoco estoy mintiendo) y tiene la superioridad moral que le da el haber sido elegido por Alá.
Al margen de las creencias de cada uno, lo que sí es objetivo, es que USA fue ATACADO el 11 de septiembre, y por lo tanto está en su obligación el defenderse. Pero también es objetivo decir que Bin Laden fue ATACADO este domingo pasado. Las tropas estadounidenses entraron en un país sin su consentimiento (creo que en el idioma internacional a eso se le suele llamar “invasión”… pero parece ser que si lo hacen los yanquis no pasa nada), allanaron una morada privada, asesinaron a 4 personas (una de ellas una mujer que fue usada, según palabras del propio comando, como escudo humano por uno de los hijos de Laden, pero que a los comandos no les importó matarla para matar también al de detrás) y se marcharon tan felices. Y por lo tanto (para desgracia de los que preferimos el “vive y deja vivir”) ahora están legitimados sus “herederos ideológicos” a defenderse. Se ha creado un nuevo mártir, se ha echado leña al fuego de su causa. Y en breve veremos cómo vuelven a aparecer atentados terroristas de gran calado.
Al final lo único que queda es que desde el mismo momento en que una persona (cualquier persona) se cree en posesión de una verdad moral superior a la de los demás, y empieza con la adoctrinación e imposición de dicha moral a los demás… ese es el momento en que ha comenzado un “ataque” real, y el individuo debería “defenderse” en serio. Desde el mismo momento en que una persona se cree superior a los demás, desde el momento en que la sociedad debe mirar “hacia arriba” para verlo, desde el momento en que sólo se dan dos soluciones: “aceptación” o “muerte”… ese momento marca el fin de la moral real y la desaparición paulatina de la libertad del individuo, frente a la voluntad de la masa idiotizada por la “Verdad Suprema” de unos pocos.
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