sábado, 27 de marzo de 2010

Desmontando la Ley de la Memoria Histórica.

 

guerra-civil No me tengo por demasiado versado en leyes. Creo, sin embargo, que ésta, ha venido como consecuencia, por decirlo claramente, de la traición desmesurada del PSOE y grupos de izquierda al paso dado por todos los españoles en el sentido de dejar la Guerra Civil atrás de una puñetera vez. Parte, pues, de un razonamiento falso, según el cual, la Ley de Amnistía no debió promulgarse, aunque sí tuvieron a bien firmarla y, una vez logrado el Estado de Derecho que se buscaba, se han lucrado sin protestar ni recordar a los muertos durante cuarenta años. Significativa cantidad de años.

Es ahora, cuando apoyándose en un iluminado que no es capaz de distinguir lo que es un palo de una cerilla, y lo que es peor, en sus embusteros fundamentos republicanos –léanse los apoyos en la memoria de su abuelo-, además de en los desmesurados propósitos de notoriedad de un juez que piensa que él está por encima de todo y de todos, sin olvidar a los resentidos, que no piensan sino en un futuro que no fue y que de haber sido, nadie podría hoy decir en qué hubiera terminado. No en vano eran los socialistas de Largo Caballero los que preconizaban una revolución popular del tipo del de la URSS y a saber dónde hubiera terminado el experimento. ¿O todavía creen los nostálgicos que los americanos hubieran dado la llave del Estrecho a los partidarios de Moscú? Sin embargo, fueron los comunistas quienes rehicieron el Ejército de la II República, continuaron la guerra y fueron los primeros, por boca de Santiago Carrillo quienes hablaron abiertamente de reconciliación y superación de las dos Españas.

Todos hemos tenido muertos. Unos murieron indignamente en fosas comunes. Otros en la cárcel y otros, poco a poco, en un país que se desmoronaba en el suplicio de la Autarquía. Los hábiles manejos de Eisenhower y los tecnócratas del régimen desde dentro, hicieron posible la reconversión de este estado putrefacto por la vía de la creación de la clase media, que sería el germen y el motor del cambio y de la destrucción de tan infame sistema. Todo eso pasó. Y, con la inmensa obra realizada por el pueblo español por la reactivación económica, por la superación de los desfases entre españoles y la recuperación del papel de España en el Mundo, no pude ser que todo se eche abajo por una Ley, que, como las demás de este estadista miope, no han hecho sino sembrar discordia, desestabilización y desesperanza en el futuro. Un futuro que lo teníamos al alcance de la mano y llevamos ya más de seis años de ominosos cambios, pues nos han querido cambiar hasta la manera de acostarnos. ¿Y cómo podemos ceder tan tranquilamente tales parcelas de nuestra libertad? ¿Es que acaso no se han leído lo que ocurrió en los países socialistas del Este? ¿Es que existe un país si quiera donde el socialismo como tal haya triunfado? ¿No son suficientes los exponentes que aún quedan repartidos por el mundo? ¿No es verdad que incluso China opera ya hoy como un país capitalista más y posee el 40% de nuestra propia deuda?

Estas noticias no salen. Estas realidades no interesan. Desde todos y cada uno de los medios de que dispone el poder establecido en España, se machaca a la opinión pública en un cobarde intento de enfrentarnos los unos a los otros. Todos sabemos que la Ley de la Memoria Histórica es un intento revisionista de la Historia que no conduce a ninguna parte. En ningún país la revisión de su Historia ha conducido a ninguna parte. Incluso nuestros preclaros noventayochistas abogaban por una regeneración del país, pero nunca una vuelta a lo anterior. Sin embargo, nos hemos dedicado en seis calamitosos años a remover todo lo que de cainitas tenemos y nos han inculcado.

Los problemas de la Historia de la Guerra Civil se hubieran acabado hace treinta años, si, cuando Felipe González llegó a La Moncloa, hubiera convocado un Pacto para la restitución de la dignidad, el buen nombre y la memoria de todos cuantos murieron ignominiosamente a manos del dictador o sus secuaces. No se atrevió. Él sabrá por qué. Desde luego, Suárez llegó mucho más lejos que él y que todo el Partido Socialista. No debe achacársele su temor a un golpe de Estado. No lo hubo cuando se restauró la legalidad del PCE. Y digo más, nadie como el PSOE ha atesorado más poder, salvando las distancias con Felipe II. Ahí es nada.

Sin embargo, es ahora, cuando sus poltronas han enmohecido de tanto que las tienen sudadas, cuando lanzan, una tras otra, invectivas contra todo aquello que no les gusta, en un afán no de arreglar las cosas, sino de escapar a la abrumadora carga del desastre que han conseguido hacer del país en solo una legislatura y media. Eso es lo que hay que revisionar, porque es el presente y estamos en nuestro derecho. Los enfrentamientos que ha provocado este tonto insufrible se arreglan en tres días en una mesa que nadie rechazaría, ni nadie rechazará. Nadie en su sano juicio quiere que la memoria de nuestros muertos quede como está. Pero lo que tampoco queremos es vivir cuarenta años construyendo nuestro futuro y venga un inepto y nos lo tire porque no tiene otra cosa mejor que hacer, y a los hechos me remito.

Por no saber, no sabe ni cuando dimitir. Ya es ser zopenco. No me tengo por enemigo de la gente de izquierda. Ni me tengo por amigo de la gente de derechas. Soy uno más, que está hasta la cofa de aguantar los líos en que nos quieren meter aquellos que, en verdad, cuando se cierra la puerta, cuando se apaga la luz, ni les va ni les viene los asuntos en que nos han enredado.

1 comentario:

  1. Felicidades por la entrada. Me ha gustado. Hoy escribí una entrada sobre el tema: http://mairenadelalcorporelcambio.blogspot.com/2010/04/los-herederos-de-la-ii-republica.html, y quiero seguir escribiendo alguna más.
    Saludos.

    ResponderEliminar