José Luis está donde muchos hemos estado muchas veces. En el cruce de caminos. En el “crossroads” que diría el mítico bluesman Robert Johnson. Se encuentra en ese dilema en el que debería encontrarse con el diablo. Éste le ofrecería la mejor salida de la crisis posible e incluso pensable, pero a cambio, Rodríguez, como Robert, debería entregarle el alma.
Como dice Pajín, no nos consta que ZP tuviera intención de retirarse a los 8 años de mandato. Tampoco nos consta que tenga principios cristianos. Así que el dilema es doble. El diablo no se presentará. Y él no tiene conciencia de que tenga alma alguna que donar a nadie. Esta postura, tozuda ante la adversidad que te desborda por momentos; este renegar constante de cualquier tipo de ayuda; este empecinamiento en la huida hacia delante, mientras se hunde todo lo que deja atrás, es el patrón de actuación de nuestro presidente.
De sabios, pues, es conocer el momento en que uno debe afrontar que ya no es parte de la solución, sino parte del problema. Y cuando uno es capaz de saber que está en ese momento, que es amargo como la hiel, debe decidirse. Sin caminos, sin cruces, sin demonios y sin dioses. Como humano que se es, debe cualquiera, en esa situación, despojarse de toda vanidad, pues nadie es imprescindible, la vida sigue y lo hará después de nosotros y salir.
Porque en esa elección, como en otras tantas de la vida, nos reconocerán. Sabrán que supimos dar la talla dentro y fuera. Con y sin poder. Sabrán que sabíamos hacer, a pesar de que nos vinieran mal dadas. Sabrán que supimos reconocer que nos estábamos equivocando. Que nuestras decisiones estaban perjudicando seriamente a quienes dependían de nosotros.
Persistir en el error; continuar al pie del cañón cuando no te quedan balas; dirigir un buque sin timón, no es de gente inteligente. Esperamos que el presidente sepa asumir su parte de responsabilidad en la situación actual, una de las más graves de la historia reciente de España y, si no es capaz de convocar un gran pacto nacional, sea, al menos, capaz de irse por convicción propia.
Por el bien de todos los españoles. Incluso de aquellos que, como él, todavía ven que su líder puede sacarnos de esta.
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