lunes, 22 de febrero de 2010

Grandes liberales (IV): Thomas Sowell (n. 1930)


Economista estadounidense, graduado de las universidades de Harvard, Columbia y la Escuela de Chicago, donde fue alumno de Milton Friedman y George Stigler. Actualmente es miembro asociado de la Institución Hoover y columnista sindicado que publica regularmente en la revista Forbes. Profesor durante mucho años, Sowell es un autor prolífico y, sin duda, un extraordinario pensador y uno de los más brillantes intelectuales norteamericanos de nuestro tiempo.

Uno de sus libros más leídos es "Basic Economics", donde trata de crear una "guía para el sentido común en economía" entendiendo el concepto de economía en su sentido más amplio. Según sus propias palabras, "la economía es el estudio del uso de recursos escasos que tienen usos alternativos".

Tras el fallecimiento, en abril de 2006, del gran Jean-François Revel, Sowell quedó como uno de los máximos representantes de la oposición al modelo de pensamiento de lo políticamente correcto. No en vano, siendo de raza negra, siempre ha combatido ferozmente las leyes de discriminación positiva así como el estado del bienestar.

No ha sido, tampoco, pequeña su lucha contra los privilegios convertidos en supuestos "derechos" a partir de su reivindicación por minorias. A través de sus citas y los artículos enlazados podemos comprobar cómo no tiene problema alguno en aplicar a las cuestiones sociales la misma lógica que aplica a la teoría económica, saltándose esa tiranía que pretende impedirnos manifestar determinadas posiciones u opiniones personales, por más que estas estén guiadas por el sentido común, so pretexto de no ofender a los miembros de determinados colectivos considerados especialmente sensibles.

El supuesto "derecho" al matrimonio entre homosexuales ha sido, en este sentido, otro de sus caballos de batalla. La opción sexual de los homosexuales merece respeto y existe el derecho por su parte de que nadie se inmiscuya en la misma, eso no lo niega Sowell. Igualmente, a no ser discriminados ni denigrados por su condición y, de hecho, en cualquier país civilizado se reconoce la igualdad ante la ley de toda persona. Ahora bien, con bastante sentido común (lo que más abunda en este autor), Sowell argumenta que el que las leyes que regulan el matrimonio no consideren incluidos en el mismo las uniones homosexuales no consiste, en modo alguno, en una discriminación sino el tratamiento distinto a dos situaciones completamente diferentes. Tratamiento distinto que (salvo que estemos inmersos en la ideología igualitarista radical, en cuyo caso pensaremos radicalmente lo contrario) no implica discriminación. Sowell, es más, considera absurdo incluso hablar de la existencia de un "derecho al matrimonio" en el propio caso de las uniones heterosexuales: el matrimonio no es un derecho, sino un conjunto de obligaciones legales impuestas por el Estado porque éste entiende que es parte interesada en el asunto, ya que se trata de unas uniones que tienen el potencial de engendrar hijos, lo que afecta directamente a la población del territorio sobre el que se asienta aquél. El matrimonio no constituiría, pues, un derecho sino una serie de limitaciones a la autonomía individual. Lo buscado por los activistas pro-matrimonio homosexual sería una aprobación social oficial de una forma de vivir, no el reconocimiento de un derecho. Sowell concluye que esto sería la antitesis de la igualdad de derechos pues si alguien tiene un derecho a la aprobación de otra persona, entonces esas otras personas no tienen derecho a sus propias opiniones y valores, siendo la retórica de la "igualdad de derechos" una vía para conseguir privilegios especiales para todo tipo de grupos.

Otra de las luchas de Sowell se libra frente a lo que él llama la "visión de los ungidos" (de los iluminados también sería un buen término), ungidos para salvarnos a los ignorantes de nosotros mismos. La mayor peligrosidad de esta visión no está tanto en sus equivocadas ideas y políticas sino en la incapacidad de ver la realidad. Los ungidos serán incapaces de verla, en efecto, cuando esta no coincida con sus esquemas mentales. Para él, su fin no es tanto el bien común, sino la autosatisfacción, la autocomplacencia, el sentimiento de superioridad moral sobre los ignorantes (todos nosotros, considerados por ellos como "ignorantes"). No es dificil suponer a quiénes se refiere, hoy en día, como los "ungidos".
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El hecho más fundamental sobre las ideas de la izquierda es que no funcionan. Por tanto, no debemos sorprendernos de encontrar a la izquierda concentrada en instituciones donde las ideas no tienen que funcionar para sobrevivir.

Es estúpido dejar las decisiones sobre economía a aquellos que no pagarán precio alguno por equivocarse.

La política es el arte de conseguir que tus intereses egoístas parezcan intereses nacionales.

La primera enseñanza de la economía es la escasez: nunca hay suficiente de algo para satisfacer plenamente a todos los que lo quieren. La primera enseñanza de la política consiste en ignorar la primera enseñanza de la economía.

No importa cuanto hable la izquierda de compasión, jamás tiene compasión por los contribuyentes.

Si has estado votando por políticos que han prometido darte cosas a costa de otros, no tienes derecho a quejarte cuando cojan tu dinero y se lo den a otro, incluyendo a ellos mismos.

¿Qué es la historia sino el relato de cómo los políticos han derrochado la sangre y los tesoros de la raza humana?

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Discriminación positiva y matrimonio homosexual
En Fundación Burke
Publicado por Thomas Sowell el 26 de Noviembre de 2008 en Política y Sociedad.
Libertad Digital


Asaltado por la realidad en Irak. Publicado en Libertad Digital

La pobreza del progresismo. Publicado en Fundación Burke

Los negros con los negros. Publicado en Fundación Burke

Candidatos republicanos acomplejados. Publicado en Fundación Burke

Indignación, S.A.. Publicado en liberalismo.org

El "derecho" al matrimonio homosexual. Publicado en liberalismo.org
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