domingo, 27 de diciembre de 2009

Copen-Fraude: la continuación de la religión calentista


Leandro Fleischer, sin pelos en la lengua y sin corrección política alguna, no deja títere con cabeza en este circo de la nueva religión ambientalista radical, llamando a las cosas por su nombre en este artículo publicado en Diario de América.

Una religión particularmente agresiva hacia los herejes a la misma, como hemos sabido a través de los correos electrónicos de la Unidad de la Investigación del Clima, pertenecientes a la británica Universidad de East Anglia, uno de los centros de "investigación" (por no llamarlo adoctrinamiento) más activos en sus esfuerzos por demostrar la teoría del calentamiento global de origen antropogénico, sacados a la luz pública por varios hackers, y que revelaban acuerdos para manipular datos, destrucción de pruebas, conspiraciones para evitar que los escépticos publiquen en revistas científicas, dudas privadas sobre sus propias aportaciones a la teoría del calentamiento global que no se reconocen en público, ocultamiento del "Periodo Cálido Medieval", etc.... Lo más fuerte: la alegría mostrada por la muerte de un científico escéptico.

La mayor muestra de indecencia de los apóstoles de esta nueva religión: llamar "negacionistas" a los escépticos, comparándolos con aquellos que desde algunos movimientos de extrema derecha, extrema izquierda o regímenes islámicos niegan la realidad del Holocausto.

Tampoco extraña puesto que, al fin y al cabo, con tanto dinero en juego, es normal que los próceres de esta religión pongan toda la carne en el asador. La consigna no es investigar e informar sino adoctrinar, mantener a la prensa en su redil y que esta se ocupe de crear un estado de opinión que presione a los gobiernos y convenza a los gobernados. Los beneficios son indudables: dinero en sus bolsillos y el control de una buena parte de la economía en sus manos. Tienen perfectamente claro que una buena forma de cercenar la libertad es tener el dominio sobre un gran pedazo del patrimonio de los ciudadanos, vía impuestos, con los que financiar las medidas que, según ellos, van a salvarnos de una catástrofe de proporciones apocalípticas.

El colmo de la ridiculez lo hemos tenido en la cumbre de degustación de foie y esculpido de caviar de Copenhague, aquella donde hemos descubierto que la tierra es propiedad privada del viento. En ella, los ambientalistas, dedicándose a emitir más CO2 a la atmósfera que una ciudad de 200.000 habitantes, se han reunido para recomendarnos a los demás poco menos que volver al candil de aceite y, en particular, a los países pobres, en la exaltación de la inmoralidad, limitar su desarrollo, prolongando su miseria... mientras ellos aterrizaban en la capital danesa en sus jets privados, recorriéndola en lujosas limusinas.

Poco podía esperarse, es cierto, de una reunión en la cual dos de las vedettes han sido el caudillo bolivariano Hugo Chávez y el presidente-marioneta del régimen de los ayatolás Mahmud Ahmadineyad. El primero, un ex golpista, afirmó que el socialismo era la salida para acabar con el problema ambiental "más devastador del presente siglo". Al Gorila Rojo, al menos, hay que reconocerle sinceridad al decir claramente lo que hay tras este tinglado, un intento de imponernos un remiendo blandurrio de la ideología más dañina del siglo XX, así como mencionar la, también evidente, caradura de alguien que se dedica a perpetuarse dictatorialmente en el poder y a financiar a narcoterroristas, precisamente, gracias al petróleo. El segundo, un negacionista del Holocausto, un antisemita, genocida en potencia que llama a "borrar Israel del mapa", aficionado a colgar homosexuales y asesinar disidentes políticos, señaló al capitalismo como responsable del cambio climático. Seguramente, la solución será el islamismo chií. Otro que podría aplicarse al cuento y dejar de vender petróleo. Como dice Fleischer en el artículo, el mundo estaría más limpio de contaminación... y de terroristas.


Copen-Fraude: la continuación de la religión calentista
Por Leandro Fleischer
Diario de América

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